LA PACIENCIA ES UNA VIRTUD
Que la paciencia es una virtud, eso no lo niega nadie. Y es una virtud que deberíamos valorar cada vez más, en un mundo donde la prisa es la reina de la realidad que vivimos. La ciencia y la técnica son dos palabras que en el mundo nos invitan a la prisa, a la inmediatez, a que las cosas se han de solucionar ya. Eso nos lleva, a veces, que las “prisas son malas consejeras” y casi siempre la prisa nos lleva a la equivocación.
Pero resulta que a la prisa le añadimos la ausencia de Dios. Para muchos, Dios es Alguien lejano, ajeno a los problemas del mundo, ajeno a las dificultades con las que nos encontramos, ajeno a las catástrofes que van surgiendo en el día a día. Es un problema muy viejo. Es el mismo problema que tuvo Moisés que ante las dificultades por las que estaba pasando el pueblo, le invita a que hable con Dios y le pregunte por qué. Un Moisés que había huído de Egipto preso del miedo de enfrentarse a sí mismo; es el mismo Moisés que no puede dejar de tener curiosidad por todo lo que le rodea.
A pesar de todo ello, Moisés sabe seguir escuchando que Dios le dice, «yo soy». Soy el Dios que toca la historia para hacer una historia de salvación; soy el Dios que ahora te necesito a ti para entrar en el interior de la historia sin destruirla. «ve, yo te envío», le está diciendo Dios, ante la incredulidad de Moisés. Ve, porque he oído y conozco sus sufrimientos y quiero liberarlos. Así es Dios: debemos ser libres, porque así nos ha creado. Y esa libertad es la que nos invita a ser imagen y semejanza de Dios.
Pero claro. La libertad es un arma de doble filo. No es que Dios no nos ponga las cosas fáciles. Es que el hombre ha de entender que la vida está a nuestro servicio si sabemos utilizarla. Por ello nos invita, una vez más, a la conversión, a rectificar aquello que no nos deja ser completamente libres y que es lo que Dios quiere de nosotros.
Dios siempre da más de una oportunidad, como a la higuera del evangelio. Probablemente lo más fácil era arrancar la higuera y plantar otra cosa; lo más fácil era dejar de complicarnos la vida y arrancar para otro lado; pero al dueño se le dice: dale tiempo al tiempo, ten paciencia. Si la podamos, la cuidamos, la regamos, le echamos abono, la fumigamos... igual reverdece y vuelve a tirar para arriba. Pero dale la oportunidad de poder volver a surgir.
Lo mismo hace Dios con nosotros, porque tenemos un Dios clemente y compasivo, lento a la ira y rico en piedad. ¡Mira que hacemos cosas malas en la vida!: nos matamos sin miramientos; dejamos que la gente se muera de hambre; dejamos que haya niños que no queremos que nazcan; dejamos que nuestros mayores se aburran en soledad y aburrimiento e incluso se vayan a la casa del Padre en la más de las absolutas miserias.
Pero Dios siempre vuelve su rostro y su mirada hacia nosotros y nos dice: voy a podarte. Voy a darte otra oportunidad, voy a invitarte otra cuaresma más a que te conviertas y creas que la buena noticia que predica Jesús es la que puede ayudarte a que no nos arranquen de este mundo como si pasaramos desapercibidos. No nos olvidemos que somos el sueño de Dios, hecho realidad en el mundo en el que vivimos.
Dios es paciente con nosotros, porque conoce nuestras debilidades. Es paciente con nosotros porque sabe que no siempre hacemos las cosas como debiéramos ¡qué padre no es paciente con su Hijo que no siempre hace las cosas bien!. La misericordia de Dios es infinita y es la viga maestra que sostiene o tiene que sostener la vida de la iglesia. Los pobres, los más necesitados, están llamados a ser portadores, como el atleta con la llama olímpica, de la misericordia de Dios. Nosotros, ¿somos destinatarios de ella?
Hasta la próxima
Paco Mira
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