viernes, 7 de marzo de 2025

COMPARTIENDO JUNTOS



VAMOS DE VIAJE 
Si cerramos los ojos y nos ponemos a soñar con ser un deportista de élite o nos fijamos en alguno que nos cause simpatía, nos damos cuenta que no ha llegado por arte de magia a lo que hoy en día es: esfuerzo, sacrificio, horas de gimnasio, horas que le ha robado a la familia, cantidad de privaciones para poder llegar hasta donde ha llegado.... es lo que podríamos denominar “el gymnasio de la cuaresma”. En definitiva donde nos ponemos en forma para poder llegar a la pascua en el mejor momento posible. Y para ello empezamos y comenzamos con algo duro: el desiérto. 
Cuando alguna agencia de viaje nos oferta una excursión al desierto, seguro que no nos falta de nada. Da gusto ir a un lugar inhóspito, infernal, nada confortante ni recomendado. Las temperaturas no siempre son las más agradables. Al contrario, lo que pretendemos es salir corriendo de una situación que no es la que deseamos. 
Dice nuestro texto evangélico que el Espíritu, como si no fuera su amigo, lo fue llevando.... Jesús se presenta como el caminante en el desiérto: buscando, preguntándose, haciendo camino. El tiene que hacer y recorrer su propio camino. Sentirá en su piel el drama interior de cómo puede ser fiel al camino trazado por Dios. Tuvo la necesidad de discernir su camino, la voluntad del Padre, el sentido de su existencia. La vida, como el desiérto, son siempre un lugar de prueba y discernimiento. 
Jesús nos hace la invitación de acompañarle al desiérto, a entrar en nosotros mismos, a luchar contra las tentaciones y encontrarnos con Dios. El desiérto, en la Biblia,  es un lugar de prueba y tentación, morada del mal y de los malos espíritus que atacan al hombre. Pero también es un lugar de encuentro con Dios, de decisiones y experiencias divinas. En el desiérto se experimenta el enfrentamiento con el mal y al mismo tiempo la ayuda de Dios. 
Jesús pasa cuarenta días. Teniendo su significado bíblico, también es el tiempo en el que la prueba nos pone a cada uno en su sitio. El diablo es el adversario por autonomasia del plan de Dios sobre la humanidad. Justifica el fin con medios que avasallan y niegan la libertad de la persona. 
La primera tentación que se le propone a Jesús es la de renunciar a su condición de hombre caminante: en su andar, sentirá hambre: Pero su verdadera hambre será de justicia, de amor, de libertad y de fraternidad y por ello responderá con la palabra de Dios. 
La segunda tentación es renunciar a la filiación con Dios en el servicio fraterno. Es la prueba de los reinos de este mundo. Es la tentación del poder, del dominio sobre los hombres, de la autoridad impuesta por la violencia. La adoración a Dios y solo a Dios, nos hace rebeldes, libres y fraternos. 
La tercera tentación es provocar a Dios. Es la tentación del prestigio: utilizar pordigios llamativos para embaucar a la gente. Es la tentación de la falta de responsabilidad: provocar la providencia de Dios no haciendo nada por nuestra parte. En el fondo es la tentación de renunciar a la cruz. 
Está claro que Dios no nos lo pone fácil. Y no lo hace no por nada, sino para que el ser humano se de cuenta que el camino que lleva a la salvación pasa por la cruz, para por la dureza de la vida en la que estamos viviendo en el momento presente y que nos va a poner en bandeja todo lo necesario para dejar arrinconado a Dios en el trastero de nuestra vida. 
Hemos sido creados libres, libres para amar; para parecernos a nuestro creador. Y porque somos libres, podemos escoger voluntariamente lo contrario y pasar de amar a amarnos, del amor al egoismo y no hay más que un paso. La vida nos lleva a elegir continuamente, lo que quiere decir que la tentación se nos presenta permanentemente en las pequeñas tentaciones de cada día, que nos pueden empujar a ser lo que no querríamos. 
Pasemos por el desiérto de la vida, y descubramos las tentaciones como algo propio de superación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.