No sé si el calendario ha querido ser o no caprichoso, pero me parece interesante que en el camino del adviento, coincidan el II domingo y la figura de María. En este camino donde la vida nos va poniendo a prueba con diferentes etapas, donde subimos y bajamos, donde existen piedras que a veces nos impiden caminar con la soltura que quisiéramos, donde siempre nos encontramos con alguien que nos puede apoyar e incluso con alguien que no nos hace el camino del todo fácil... pues en este camino nos encontramos con María.
Pero me resultan sugerentes las lecturas de este fin de semana. Adán y Eva en el paraíso son felices, no tienen problemas, la vida les sonríe, todo lo tienen a su disposición, hicieron un pacto con Dios de no comer aquello que está prohibido, pero.... en un momento determinado cometieron un fallo y Dios les pregunta ¿dónde estás?. Y a partir de aquí se desencadena una serie de disculpas para intentar paliar la metedura de pata: oí ruidos, estaba desnudo, tuve miedo....
Incluso Adán, le echa la culpa a otros en vez de reconocer la suya: ¡es que la mujer que me diste...! y claro, la mujer también utilizó disculpas: es que la serpiente.... ¡qué fácil sería reconocer el error y no echarle la culpa a nadie!
María también recibe la visita de Dios. María con su vida resuelta, resulta que ahora se le va a complicar de mala manera: con novio, con planes de futuro, con la mirada puesta en cómo va a ser su vida... resulta que recibe el susto de su vida: Dios, ni más ni menos, viene a visitarla.
En esa visita, Dios le hace una oferta. Una oferta que probablemente ella puede o no aceptar. Es más: cuando escucha la oferta, también pone alguna objeción ¿cómo será eso pues no conozco varón?. Si dice que sí va a contracorriente de la opinión popular de la época. No se puede imaginar a una mujer embarazada, sin estar casada.
Sin embargo María, sin conocer el futuro que le esperaba, decidió apostar por Dios. Jugó todos los números a una sola carta. Se fió de quien no conocía, pero sin embargo le inspiró confianza y le dijo que sí. Ese sí le condicionó toda su vida y su vida estuvo marcada por un Dios que, a persar de todas las dificultades, le fue fiel y no la defraudó.
Nosotros hoy en día podemos ser como Adán y Eva o podemos ser como María. Me da la impresión que ante la llamada de Dios en los acontecimientos de la vida, muchas veces estamos poniendo disculpas: decimos que no a una vigilia de adviento o de cualquier tipo, un retiro, asistir a una celebración, la posibilidad de ejercer alguna responsabilidad en la parroquia, etc.... disculpas de tipo familiar: es que mis hijos, mis suegros, mi marido o mi mujer....
Pero quiero lanzar un aplauso a quienes son como María, a quienes se fian de Dios sin saber mucho por qué y dicen que sí a su llamada o a su proyecto. Un proyecto que a veces nos puede resultar contradictorio o que seguro que no entendemos mucho, pero si viene de Dios seguro que es bueno. Nos producirá miedo, tendremos que luchar muchas veces a contracorriente, la gente que nos rodea probablemente no lo va a entender, pero es que los caminos de Dios no son nuestros caminos y además él siempre escribe derecho en renglones torcidos.
Estoy convencido que la llamada de Dios es para oídos que están atentos a los acontecimientos diarios de nuestra vida. Una vida llena de ruidos, pero que siempre la voz de Dios se escucha si estamos atentos a ella.
En este segundo domingo de adviento que maravilla que María nos acompañe en el camino de la vida, lleno de dificultades, pero también de ilusiones y esperanzas como las que ella tuvo después de la visita del ángel.
Hasta la próxima
Paco Mira
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