viernes, 11 de octubre de 2024

LECTURAS DEL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 


LECTURAS DEL XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera Lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (7,7-11):

 Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espiritu de sabiduria. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.

 Palabra de Dios

 


Salmo

Sal 89,12-13.14-15.16-17

 

R/. Sácianos de tu misericordia, Señor

 

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?

Ten compasión de tus siervos. R/.

 

Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Dános alegría, por los días en que nos afligiste,

por los años en que sufrimos desdichas. R/.

 

Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria.

Baje a nosostros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

                                                                   


Segunda Lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-13):

 La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

 Palabra de Dios

                                                              


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-30):

 En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»

Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»

Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»

Los discípulos se extrañaron de estas palabras.

Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»

Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»

Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»

Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»

Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna.»

 

Palabra del Señor



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