Todos los cumpleaños son importantes y tienen sentido. Pero, la edad nos marca la importancia de los mismos: no es lo mismo celebrar tu nacimiento cuando tienes diez años o menos, que cuando tienes veinte o de los veinte en adelante. Probablemente porque lo que marca el gran sentido de los cumpleaños es la visión que tengamos de la vida en la edad en que los celebramos.
Sin embargo creo que hay cumpleaños que no pasan nunca de moda, dando igual la edad en la que lo celebremos: ese el caso del cumpleaños de nuestra madre. Su cumpleaños siempre marca un punto de inflexión en cada año; su cumpleaños siempre se procura que tenga un tono distinto al resto de los años y de los cumpleaños. Es más: cuando ella falta, mucho de lo que se celebra deja ya de tener sentido. Una madre marca un estilo de vida, deja una huella que muchos seguimos a lo largo de nuestra vida, y algunos ponen en práctica en su propia vida lo aprendido de la madre.
Este fin de semana, la Iglesia celebra el cumpleaños de nuestra madre María. Quizás no tengamos muchos datos biográficos sobre su persona (era de Nazaret, tenía un novio llamado José, tenían ambos un proyecto de vida y de futuro...) pero sí tenemos claro que asumió una tarea que entiendo que le pareció atractiva aunque no la entendiera mucho o nada; que se fió de un proyecto quizás sin saber por qué y que tuvo el reconocimiento de aquellos que le acompañaron en las necesidades de su vida, empezando por su pareja José.
María disfrutó y sufrió con y por su hijo. Pero como cualquier madre en la actualidad, ¿qué madre no sufre por sus retoños y no disfruta por sus retoños?. Madres que educan de la mejor forma que saben y entienden a sus hijos, aunque estos no entiendan ( o no quieran hacerlo) el esfuerzo que su madre hace por ellos.
María tuvo que experimentar con su hijo, la realidad de ser una refugiada. De tener que abandonar sus raíces por culpa de una persecución dictatorial y acabar en un país que no conocía como Egipto. ¡ cuántos emigrantes de hoy en día son como María; emigrantes que tienen que abandonar sus raíces y refugiarse en lugares que no son los propios y no siempre son acogidos como se merecen!. Es más: a veces se convierten en una cuestión de estado.
María experimentó también la escapada de Jesús y tuvo que andar buscándolo y además enfadarse con él. ¡cuántos hijos de hoy en día se van de casa porque quieren hacer su propia vida, aunque no sepan lo que hacen!. Pero María volvió a abrir los brazos, no tuvo rencor ni reproche y volvíó a acogerlo.
María compartió la vida de su hijo como invitado a una fiesta, a una boda:¡ qué bueno es disfrutar de y con un hijo de todo aquello que le hace feliz!. Mucho tenemos que aprender de las madres que aunque no les guste parte de lo que hacen sus hijos, por lo menos comparten con ellos sus afanes, ilusiones y esperanzas.
María sufrió la sinrazón de la lógica. Lo lógico es un hijo despida a sus padres, pero no es lógico que una madre despida a un hijo. Ella se mantuvo fiel hasta el final, seguro que destrozada, pero siempre apoyando una causa que no entendió desde el principio (embarazo) y seguro que no acabó de comprender al final (crucifixión), pero que asumió porque venía de Dios y de él sí se fiaba.
Nuestra Dióceis celebra de manera especial el cumpleaños de nuestra Madre María. Celebra su Natividad y lo hace bajo la advocación de nuestra señora la Virgen del Pino. Y como todas las madres por su cumpleaños, convoca, reúne a todos los hijos en Teror, en su casa. Allí todos tienen sitio y cabida. Ojalá que lo que mueve esta convocatoria no sea solamente la fiesta, la alegría, la caminata...sino la visita a la madre que desde la fe nos convoca, nos anima y nos alienta. Que María, la de Nazaret, sea la que nos motive en la vida y que sea la que nos motive en la vida y nos lleve a su Hijo, nuestro hermano.
Termino como empecé: Felicidades, mamá
Hasta la próxima
Paco Mira
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