El evangelio de este domingo nos
permite intuir que algo así ocurría en tiempos de Jesús: el culto a Dios se
había «rebajado» bastante, había caído en la monotonía, en la repetición de una
serie de ritos que ya no resultan significativos para la mayoría de la gente;
incluso las palabras de los escribas les sonaban a algo ya escuchado y repetido
muchas veces. Por eso se sienten atraídos por Jesús, que es nuevo, provoca en
ellso asombro y estupefacción.
Se nos habla de un hombre que tiene
un espíritu inmundo. Hay realidades humanas que, por su enorme fuerza y porque
somos libres, nos pueden descentrar, despistar al ser humano: el dinero, el
placer, son pasiones buenas en sí, pero que si no las trabajamos y disfrutamos
bien, nos pueden hacer daño y podemos hacer daño. El diablo no es un señor que
se pasea por la historia con el permiso de Dios para ver si pilla clientes para
su infierno que es el lugar donde no puede intervenir Dios. Lo diabólico es lo
que se opone al designio salvífico de Dios y diabólicas son las actuaciones
negativas que podemos realizar los humanos desde nuestro mal uso de la
libertad.
Dice el texto que Jesús enseñaba con
autoridad y no es lo mismo poder que autoridad. El poder viene de fuera, se lo
dieron las urnas, porque ha sido instituido desde fuera, un presidente, un
obispo, un cargo religioso... La autoridad es interna, es la cualidad de
aquellas personas que tienen el carisma de sobrellevar las cargas y aliviar el
sufrimiento de los demás: unos padres de famillia, un buen cura, un buen
médico, un buen obispo tiene autoridad porque en su interior es buena gente.
Por el contrario hay personas que no
tienen poder en la sociedad o en la Iglesia, pero tienen autoridad: Jesús no
tenía poder en el templo, pero Jesús actuaba y hablaba con autoridad. Juan
XXIII, por ejemplo, no tenía poder, tenía bondad y por eso tenía autoridad.
La autoridad proviene de la bondad y
del bien ser y hacer de una persona en el seno de una familia, de la comunidad,
de la Iglesia, de la sociedad. Una buena persona tiene autoridad serena en la
familia, o en la Iglesia en la que vive y celebra: unos buenos padres de
familia, un buen cura, un buen médico gozan de autoridad y el pueblo goza con
su autoridad.
No es casualidad: Marcos situa al
endemoniado en Cafarnaún (centro de la actividad de Jesús), en la sinagoga
(religión-Iglesia) y en sábado,(día de culto y oración), entre los escribas que
tenía poder en la asamblea... pero quienes tenían poder no curaron a aquel
hombre poseído por el mal.
La experiencia de los ciudadanos de
Cafarnaún es una llamada a vivir lo nuevo de la fe cristiana. Por eso
necesitamos tener siempre presente que el protagonista y la razón de nuestro
encuentro comunitario es Jesús. No hemos de venir al templo por costumbre ni
para cumplir con un precepto dominical, venimos a encontrarnos con él, porque
nos encontramos con una Persona que da nuevo horizonte a la vida.
Estoy cada vez más convencido de que
el proceso religioso que muchas personas necesitan recorrer es el que lleva
desde el Dios enemigo al Dios amigo y compañero de camino. Si hoy muchos
abandonan y dan la espalda a Dios, es porque solo lo experimentan como
exigencia y no como don y misericordia.
La experiencia de los que se
encontraron con Jesús fue muy diferente. Podían comprobar que Jesús no solo
hablaba de Dios con autoridad, sino que curaba a las personas y las liberaba
del mal en el nombre de un Dios amigo de la dicha del ser humano.
Su enseñanza nos tiene que remover
interiormente, nos invita a cambiar de vida, nos despierta, nos transforma, nos
libera, nos levanta, nos hace crecer, nos ensancha los horizontes y nos conduce
a la vida plena.
Hasta la próxima
Paco Mira
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