Oración con el evangelio de este fin de semana.
Señor, te quisieron utilizar con aquello de si se tenía que pagar impuesto al César o no, y diste una respuesta sabía y oportuna.
No eres de los que escapan de los problemas, sino de los que saben poner cada cosa en su sitio.
Las personas religiosas tenemos el peligro de utilizarte para nuestros enredos personales, para intentar que te hagas partidario y justifiques nuestros intereses y posturas.
Reconozco, Señor, que en ocasiones no he actuado con respeto y limpieza.
Tú quieres estar en todos los asuntos de mi vida, porque todas mis cosas te interesan, y respetas mis decisiones y posturas. Pero quieres estar de manera libre, ampliando mis pobres horizontes y dándome luz para que pueda ver las cosas de otra manera.
Mis guerras no son las tuyas, ni mis enfrentamientos, ni mis ideologías. Pertenecen a "la moneda" que tengo que saber gestionar y a las respuestas que tengo que dar en medio de una sociedad plural y conflictiva. Es mi moneda y la moneda del mundo, que no tiene más valor que servir al bien común.
No te importa que me equivoque con esa moneda; te duele que me aferre con ella a mis ideas e intereses de manera fija y excluyente. Pero hay "una moneda" que te reservas, de la que no permites ningún tipo de comercio utilitarista: es la vida del ser humano, cada vida, toda vida, en cada uno de sus momentos.
Esa es Tu moneda preciosa, por la que pagaste un gran precio y la que quieres recuperar siempre embellecida y plena. Una moneda que has puesto en mis manos para poder entregarla.
Como decía el poeta: "moneda que está en la mano tal vez se deba guardar, la monedita del alma se pierde si no se da".
Ayúdame, Señor, a no comerciar nunca con esta moneda, sino a respetarla, y en lo que a mí concierne a darla con generosidad.
Que lo que es de Dios lo respete siempre con Tu gracia.
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