Señor, lo que soy y lo que tengo te lo debo.
Nada es mío de manera absoluta. Lo más importante que tengo es la vida, que Tú me la mantienes con Tu amistad y Tu gracia. Me has hecho administrador de la vida y de mis cosas. Tienes gran confianza en mí y en mis posibilidades y te gusta que tome decisiones, aunque en ocasiones me equivoque y tenga que rectificar.
No estás encima de mí como quien desconfía. Estás, más bien, junto a mí. Y no estás callado y sólo observando. Me hablas de muchas maneras y me aconsejas de forma delicada, pero reconozco, Señor, que en ocasiones me he adueñado de la vida y de mis cosas, y que incluso quiero adueñarme de las personas.
Cuando más poderoso me siento, más se hacen patentes mis propias inseguridades y con más fuerza aparecen mis inmadureces.
Me mandas avisos y los desoigo, me haces indicaciones y miro para otro lado, me recuerdas que lo que soy te lo debo y tapo mi marca de origen para que no aparezca tu sello.
Soy como esos trabajadores de tu viña que han perdido su identidad y se comportan como dueños despóticos.
Vienes a visitar la viña, que es tu viña, y no me encuentras; me envías avisos y estoy ocupado. Y cuando algo no está en mis planes, o voy a perder determinadas cosas, comienza la protesta y el desacuerdo.
Tu Hijo me visita con frecuencia y viene en Tu nombre, y no siempre Lo recibo con el cariño debido y Lo escucho con la prontitud que se merece.
Tu Hijo ha trabajado la viña, ha sudado por ella y hasta ha derramado su sangre por su fertilidad. Tu Hijo no es alguien que vive bien y sólo quiere frutos. Tu Hijo es el gran trabajador, El que carga nuestros afanes y el que consigue los mayores éxitos. Y, sin embargo, sigo pensando que la viña es mía y los resultados una propiedad de mi esfuerzo.
Siéntame de vez en cuando y hazme recuperar mi sitio y mi dignidad.
Hazme descubrir el gozo de trabajar con otros, imperfectos como yo, y con la aportación siempre oportuna de quien has enviado sabiamente a Tu viña, para que todos disfrutemos de ella, sin apoderarnos de nada ni de nadie.
En tu viña quiero seguir con humildad, siendo uno más, aprendiendo siempre, y siendo responsable de la parte que me toca, sin apoderarme y sin compararme.
Hazme un humilde trabajador de Tu viña, Señor.
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