Hoy al escuchar este evangelio me viene a la cabeza aquella preciosa oración de San Agustín: Tarde te amé, hermosura infinita. En la madurez de su vida sentía lástima de no haberte conocido antes. Y, sin embargo, no fue tarde, porque dedicó todo su esfuerzo desde entonces a dejarse amar por Ti, y contigo amar a las personas. Nunca es tarde para Ti. La vida no la valoras por la cantidad de cosas hechas, ni el cúmulo de horas vividas, sino por la calidad del corazón. Y ese corazón en ocasiones tarda en dar lo mejor de sí mismo. Nunca es tarde para ser mejor persona. Nunca es tarde para cortar por lo sano con lo que me esclaviza. Nunca es tarde para dar una nueva oportunidad. Nunca es tarde para ofrecer el tiempo y las capacidades a los demás. Nunca es tarde para reconstruir lo que se ha roto o derrumbado. Nunca es tarde para mirar al pasado sin rencores ni resentimientos. Nunca es tarde para gestos de cariño y amistad. Tarde te habré amado, pero tu amor siempre ha madrugado y me ha esperado en los cruces de camino. Unos antes, otros después. Ojalá que nadie se haya ido sin haberse abierto a tu misericordia. Y la paga eres Tú, Señor, una sobre-paga, un tesoro de por vida. Ojalá que todos lo puedan disfrutar, y que nadie se quede tocando en la puerta y sin respuesta. Nunca es tarde para Ti, Señor, y eso me llena de confianza. Que cuando el ocaso alcance mi vida, me encuentres contrito y humilde ante tu venida, y que María tu Madre, Madre de la Merced, hable bien de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.