Primera
lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (37,12-14):
Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Salmo
Sal
129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8
R/. Del Señor viene la
misericordia,
la redención copiosa
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz,
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuentas de los delitos,
Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.
Porque del Señor viene la
misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.
Segunda
lectura
Lectura de
la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,8-11):
Evangelio
del domingo
Lectura
del santo evangelio según san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45):
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta
enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana
y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días
en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus
discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba
ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a
su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si
hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo
que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano
resucitará.»
Marta respondió: «Sé que
resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la
resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que
está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo
creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido,
preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a
verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos
comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que
le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega
al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le
dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho
que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo
alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me
escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú
me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz
potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las
manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y
dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido
a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor
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