Creo que todos nos acordamos de aquellos tres jueves que alumbraban más que el sol. Pues este, en domingo, es el último por este año. Es el domingo de primeras comuniones, es el domingo de alfombras, es el domingo de la eucaristía. Casi diría que es el domingo de muchos olvidos: cada vez menos primeras comuniones, cada vez cuesta más hacer alfombras y cada vez menos gente en las eucaristías. ¿Qué nos pasa?
Sin embargo, creo que no es para arrojar la toalla. La Iglesia, con el paso del tiempo, parece que siempre quería tener las Iglesias llenas y es curioso que Jesús empezó con doce (tenga o no una reminiscencia teológica o bíblica). Creo que ahora estamos como las primeras comunidades, estamos como en los primeros tiempos de la cristiandad, estamos en el primer anuncio después de dos mil años. Parece que no hemos avanzado nada, pero si ahora nos damos cuenta de las carencias, bendito sea Dios.
Este fin de semana queremos recordar el sacramento por excelencia, el que da sentido a la vida de todos y cada uno de los cristianos. Donde compartimos, repartimos y celebramos la fe. El sacramento que especialmente Jesús dejó como recuerdo: “cada vez que hagan esto, acuérdense de mi”. Claro la pregunta es si realmente nos acordamos de él cada vez que lo celebramos, o simplemente estamos cumpliendo con uno de los mandamientos de la Iglesia. El amor, no ha de ser un imperativo legal, aunque legalmente debería ser una obligación, aunque moralmente sea una deuda con quien nos marcó el camino y a su vez es la Verdad y la Vida.
Este fin de semana es el del amor fraterno. La crisis económica que nos invade hace que no podemos mirar hacia otro lado. En nuestro entorno nos vamos encontrando con familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas de desahucio, vecinos golpeados por el paro, enfermos que no saben cómo resolver problemas de salud personal o de medicación.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y no necesitamos. Se pueden estrechar lazos y ayuda mutua entre las familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más necesitados. Podremos ser más pobres, pero podemos ser más humanos.
Y en medio de la crisis, también nuestras comunidades cristianas pueden crecer en amor fraterno. Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta; más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso en la sociedad práctica.
La crisis no puede sacudir nuestra rutina y mediocridad. No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan de la eucaristía ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros, olvidando a los que van quedando excluidos
socialmente. Seguro que tenemos que preguntarnos qué parte de responsabilidad tenemos todos y cada uno de nosotros en esa exclusión.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quiénes hemos de defender y apoyar en estos momentos. Nos ha de despertar de la ilusión de inocencia que nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros intereses. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer mas humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana, sin perder la dignidad ni la esperanza.
Hagamos alfombras, pisemos alfombras, pero no nos olvidemos que el amor desde el corazón hace que la fraternidad tenga el mismo denominador común que se llama Jesús de Nazaret. Olvidémonos del pasado como lastre que nos impide caminar en el presente, vivamos el presente como algo de lo que somos protagonistas y que además a los demás podemos ayudarles a ser también protagonistas.
Hasta la próxima
Paco Mira
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