Primera lectura
Salmo
Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis
(1,9-11a.12-13.17-19):
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y
en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber
predicado la palabra, Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en
éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo
en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví a ver quién me
hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una
figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del
pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y
dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba
muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la
muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo
que ha de suceder más tarde.»
Palabra de Dios
Evangelio del domingo
Lectura del santo evangelio según
san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no
meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a
vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela
en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin
haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista
de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor
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