La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La
ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin:
"Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta
que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
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