Seguro que en más de una ocasión nos hemos dejado caer que ciertos
programas televisivos no los vemos. Y lo hacemos justificando nuestra
mentira diciendo que son basura, que no sirven, que fuertes programas
nos ponen en la televisión. Pero no cabe duda, y yo el primero, que en
más de una ocasión hemos visto los programas. Uno de ellos, y de ahí el
título de esta reflexión, era "la isla de las tentaciones". No lo
explico porque creo que ya sabemos de qué va. Y viene a cuento porque
también Jesús, no en una isla, sino en el desierto, también es tentado.
Siempre me he preguntado si las tentaciones, si dejarse tentar es algo
bueno y no descarto que así sea. Y lo digo porque a veces no somos lo
suficientemente sinceros para reconocer nuestra debilidad, nuestra
fragilidad... Los judíos se llenaban la cabeza de ceniza en señal de lo
poco que somos, y por ello les recordaban y hasta no hace mucho a
nosotros también, "acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás".
Venimos sin nada y nos vamos a ir sin nada.
Sin embargo el Dios
que camina con nosotros, que nos acompaña en los avatares de la vida, el
que también es tentado... nos oferta la posibilidad de la conversión.
No está todo perdido, al contrario puedes volver a empezar. Por ello el
énfasis ya no está tanto en que somos polvo, que también, sino en
cambiar y solo de esa forma podremos acoger la buena noticia que
llamamos evangelio: conviértete y cree en el evangelio.
Cuando
tenemos la valentía de dar un paso al frente y hacer el camino de la
conversión es cuando se ponen en evidencia nuestras incoherencias y
nuestros lugares más vulnerables y por ello somos tentados. Es una
situación que no fue extraña para Jesús de Nazaret. Sus tentaciones
fueron durante toda su vida, aunque los evangelistas solo sitúen la más
famosa al comienzo de su ministerio público.
Cuando más nos
queramos identificar con el proyecto de Jesús, muchos serán los
interesados en minar nuestra confianza y hacernos desistir del camino.
El diablo le dice a Jesús, Si eres Hijo de Dios... y podemos caer en la
tentación de un Dios lejano de la vida de las personas que se preocupa
más por el cumplimiento de las normas que por la práctica de la
misericordia. Y podemos caer en esa tentación cuando cerramos el dialogo
, de nuestro corazón, a las personas que estuvieron con nosotros y ya
no están. Podemos caer en la tentación de un Dios inaccesible cuando
nuestra palabra, nuestras celebraciones y nuestra forma de estar en el
mundo se hace desde el poder y no desde la humildad como servicio.
Un segundo grupo de tentaciones no llevan a vivir sin VIVIR (el dinero,
el poder, la vida fácil, programas sin sentido de la tv). Algunas están
vigentes, otras a lo mejor no tanto, pero seguro que nos llevan a un
horizonte sin sentido.
Jesús fue capaz de vencer, no sin
dificultad, la tentación. En el desierto fue también una isla, pero se
mantuvo. A veces nuestro silencio es otra de las grandes tentaciones
"para no complicarnos la vida". Jesús, para vencer la tentación, le hizo
frente. El silencio ante tantas situaciones con las que no estamos de
acuerdo no es el mejor aliado para la victoria.
Hablemos sin
miedo. No nos dejemos abatir sin más. Que nuestra particular isla de las
tentaciones, sea la de tener la tentación real de la conversión desde
la humildad y la de creer en la buena noticia que llamamos Evangelio.
Feliz Cuaresma
Hasta la próxima
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