viernes, 23 de agosto de 2019

¿QUIÉN ES EL ÚLTIMO?

 carta


Cuando uno era pequeño, es decir tenía menos edad que ahora, recuerdo que mi madre me mandaba a los mandados a "guardar la vez". Es decir, me ponía en lugar de ella hasta que ella llegase. Y cuando entraba en el lugar adecuado y no había - como ahora - números que son más fiables, preguntaba, ¿quién es el último?. Ser el último no era porque era un niño y no había que hacerle caso, ser el último significaba que tenía mi lugar y mi puesto y que iba a ser atendido cuando me correspondía. Les confieso, que a veces, era de lo más aburrido puesto que uno asistía a conversaciones que nadie entendía. Pero era lo que me correspondía porque mi madre me mandaba.
Ahora que hemos vuelto a sufrir un pavoroso incendio, el presidente del gobierno canario nos recordaba que había que obedecer las órdenes de quienes sabían más que uno, puesto que no era capricho, sino para salvaguardar la integridad de las personas. Y en el cumplimiento de la norma, en la incomodidad de la norma, en el rechazo - a veces - interno de la norma... está la garantía del éxito que tenemos que cumplir.
Ser el último y cumplir la norma, son dos de las exigencias del mensaje de Jesús de este fin de semana. Por un lado, ser padre no es algo que se aprende en un manual de instrucciones o en cursillo intensivo del verano; ser padre es una aventura maravillosa, que lleva y conlleva un aprendizaje diario y que no es uniforme. Si a todos nos preguntan por nuestros padres, probablemente diremos que los mejores son los nuestros, con lo cual no hay manual uniforme.
Y quiero creer y creo que cuando un padre reprende a su hijo, no es por el aburrimiento con el que se puede levantar una mañana. Es porque la norma que nos hace libres, la norma que nos permite vivir y convivir con los demás, la norma que nos convierte en democráticos... hace que se convierta en que por amor hacemos y tenemos que hacerlas cosas, incluso algunas que no nos gustan.
El amor de un padre, no pasa cuando la abundancia es la norma de la vida familiar - que también -; el amor pasa por los momentos menos favorecedores, por los momentos de angustia, por los momentos menos agradables, pasa... por la puerta estrecha, por aquella en la que con dificultad vamos solventando los problemas y visicitudes de la vida.
Las dificultades han hecho posible que la solidaridad del pueblo canario se desbordara ante las llamas que parecían más sacadas del mismo infierno que de la propia naturaleza; las puertas eran estrechas, las dificultades eran muchas, pero el amor y las normas de las autoridades hicieron que todo saliera mejor de lo esperado. ¡Qué grande somos!. Probablemente ahora, en la dificultad, en la puerta estrecha se ha manifestado lo que ya sabíamos, pero que por diferentes motivos no habíamos puesto en práctica.
¿Quién es el último?, los primeros. Entendí, cuando fui creciendo, que a pesar de ser el último en la tienda, en el comercio.... la gente decía primero el niño. Eso es el evangelio: humildad, sencillez, armonía, solidaridad, concordia, afecto, cariño... eso es lo que se demuestra cuando se entra por la puerta estrecha, cuando las dificultades nos hacen sopesar que el premio que vamos a recibir es mayor que las penurias que pasamos hasta llegar a él. A veces en nuestras comunidades nos "pegamos" y empujamos por entrar por la puerta más cómoda.
Gracias Gran Canaria y a todos los que venidos de otros lugares se han sumado a la solidaridad y a la dedicación en favor de los demás. No frivolicemos con imágenes, con chistes fáciles, .... quedémonos con el sudor, las lágrimas y esfuerzo generoso de quien no teniendo mucho, compartió lo poco que tenía y se hizo enorme.
Hasta la próxima
Paco Mir

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