¡Si es que no aprendemos!. Hace unos añitos, y digo bien con el diminutivo de años, que Aylan conmocionaba el mundo. Aquel niño ahogado en la orilla de una playa y que se convirtió en el icono de infinidad de reclamaciones y también de infinidad de escritos periodísticos que al final… nada. El ser humano, ustedes y yo, seguimos en las mismas. Probablemente hasta se nos ha olvidado Aylan, pero él ha conseguido que su nombre perdure y que cada vez que se nombre nos venga a la mente la imagen de la playa.
Ahora le toca el turno a Oscar y a Valeria. De nuevo una fotografía ha dado, y está dando, la vuelta al mundo: padre e hija, abrazados como tiene que ser, porque el amor en ellos ha durado hasta la muerte, por buscar con ahínco la libertad a la que todos tenemos derecho. Probablemente de nuevo, correrán y están corriendo ríos de tinta – entre ellos el mío – para volver a poner en tela de juicio el poco que tienen algunos para que sucedan historias como estas. Pero claro, seguro que dentro de un mes, con las vacaciones encima, se nos vuelve a olvidar la imagen hasta la siguiente, porque por desgracia seguro (ojalá que me equivoque) que no será la última; probablemente ahora no pensemos en Oscar y Valeria, puesto que el calor es la noticia que nos ocupa por las altas temperaturas y seguro que nos preocupa el cambio climático, más – en algunos casos – que la vida de las personas: ¿hasta cuándo, Señor, va a triunfar mi enemigo?.
Una de las máximas aspiraciones del ser humano, desde el principio de los tiempos, es la libertad, tal y como se recoge en la Declaración de los Derechos Humanos proclamada por la Organización de Naciones Unidas, (a veces uno se pregunta si realmente es eficaz esta organización), el 10 de diciembre de 1948: “todos los seres humanos nacen libres…. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad… nadie estará sometido a la esclavitud…” Esta libertad debe concretarse en todos los ámbitos: políticos, sociales, religiosos, económicos, familiares… pero sabemos que con cierta frecuencia confundimos la libertad con hacer lo que a cada uno le da la gana.
Oscar y Valeria, tenían derecho a la felicidad a través de la libertad y se la han cercenado. Tenían derecho a compartir su amor de padre e hija como cualquier familia normal, pero alguien amparándose en no se qué disposición se la ha quitado porque han querido. Oscar y Valeria, padre e hija, son la foto de millones de seres humanos que no salen en la foto; son la foto que pone al descubierto las vergüenzas que tanto nos empeñamos en taparnos amparándonos en el pudor que no tenemos.
Está claro que las raposas tienen madriguera; tantos y tantos que no tienen escrúpulos y que son inmunes al dolor ajeno, pero el Hijo del hombre, no tiene donde reclinar la cabeza. El terrible drama del flujo migratorio. Padre e hija, Oscar y Valeria lo hicieron con la cabeza en el agua boca abajo., seguro que Jesús estaba en medio de ellos. Pablo, en la carta que dirige a la comunidad de los Gálatas nos dice que a pesar de todas las dificultades, que a pesar de los regímenes que no reconocen la libertad… somos libres, porque Cristo nos ha hecho libres y esa libertad la tenemos que tener hasta el final, proclamarla a los cuatro vientos, reclamarla a pesar de todos los pesares, … a veces ponemos y nos escudamos en disculpas (es que tengo que enterrar a….) y la oferta de Jesús es clara: sígueme.
Amigos, ¡cuánto nos queda!. ¡Qué hermoso es el evangelio de Jesús!. Por favor no consintamos más fotos como la que nos han mostrado Oscar y Valeria. Acabemos ya con esto.
Hasta la próxima
Paco Mira
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