NI SON TODOS LOS QUE ESTÁN…
No son todos los que están…
Después de pasar tres o
cuatro puertas y controles llegué, por fin, a uno de los módulos. Yo, que soy
muy poco observador, esa vez lo observaba todo: los cerrojos, las paredes, los
rostros… Me saludaban con abrazos y sonrisas. Me miraban con simpatía y algunos
ya empezaron a preguntarme: ¿Usted es el Padre? ¿Usted está en la Pastoral?
¿Qué tengo que hacer para ir a misa el sábado? ¿Me puede traer un rosario?
¿Cuándo nos ingresan los cinco euros que nos da la pastoral a los indigentes?
Demasiadas preguntas para
uno que estaba empezando.
Algunos te pedían hablar y
te contaban por qué estaban allí. Muchos reconocen que se portaron mal y sólo
quieren que los días vayan más rápido al menos para tener derecho a los
permisos. Pero la vida allí va tan lenta… Demasiado lenta. Menos mal que, los
que tienen visitas, se alimentan cada día de la esperanza de que el fin de
semana se encuentren con la gente que les quiere.
Y aquel primer día me
encontré con Guille. Vaya sorpresa. Nos conocíamos de cuando él era niño. Un
niño bueno, simpático y tímido. Ahora lo encontré en la Biblioteca, igual de
simpático y amable. Estaba estudiando y me lo contó todo con mucha paciencia,
porque allí nunca hay prisas. Allí lo que sobra es tiempo. Guille no robó, ni
mató, ni peleó, ni engañó; pero le salieron unos cuantos años porque fracasó
con su pequeña empresa y dejó muchas deudas atrás.
-Es injusto, me decía. Pero
así es la ley; y los que pudieron ayudarme no lo hicieron. Pero no he perdido
el tiempo, ni la fe. Me matriculé en la UNED y estoy a punto de sacar la
licenciatura. Aquí hay gente mala, claro, como en la calle. Pero también hay
mucha gente buena. Y gente que no tiene más delito que equivocarse o no saber
gestionar algún asunto.
Han pasado varios meses de
aquella primera visita. Poco a poco me he ido familiarizando con buena parte de
ellos. Hay muchos sufrimientos, pero también risas y bromas. Algunos esperan
nuestras visitas y yo también deseo que llegue el jueves o el sábado para
convivir unas horas con aquellos que, en muchos casos, necesitan estar allí. Y
en otros casos ha sido la mala suerte, el mal momento, el error humano que hace
que una buena persona como Guille tenga que pasar años encerrado.
Pero ni son todos los que
están…Ni están todos lo que son.
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