UNA
MALETA CRISTIANA PARA EL VERANO
1.
Encima de todo el equipaje, que no falte la Palabra de Dios. ¿No
buscamos amigos con los que hablar y entablar conversación? Dios, te lo
aseguro, es el mejor confidente.
2. Junto a los utensilios de aseo, procura
añadir “el silencio”. Es un buen tonificante. Nos hace sentirnos más oxigenados
y, como si fuera un espejo, la calma nos enfrenta a la verdad de nuestras vidas
y de nuestras personas.
3. A
un lado de los diversos libros de lectura, incluye alguno que tenga identidad
cristiana. El pensamiento de autores cristianos nos da pistas para situarnos en
diferentes cuestiones que se nos presentan en el día a día.
4.
Además de cerrar bien la maleta, procura sellar también los momentos de
amargura y de contrariedades que has podido tener en los últimos meses. Al
verano hay que ir con dos necesidades: la del descanso y la del olvidar las
ofensas.
5. Lleva ropa ligera pero, eso sí, no te
desprendas de aquella otra que es imprescindible para no mudarte de lo
esencial; que nadie te despoje de la belleza de tu interior; que nada
–especialmente lo efímero de estos meses- te hagan arrojar lo que, en una
persona, es grande: su dignidad. Es un traje que, luego, cuesta mucho
recuperar. No se puede comprar.
6.
Si marchas lejos, utiliza el pasaporte de tu universalidad. Tu impronta viaja
contigo. ¿Por qué renegar de ella? ¿Eres cristiano? Que, en tu pensar y obrar,
en tus actuaciones y consejos, alguien pueda decir: “se nota que, éste, viene
de un país católico”.
7. Como calzado, además del que protege los
pies, no olvides el de la caridad. Estos meses son positivos para buscar el
bienestar de uno mismo. Pero, al mismo tiempo, pueden ser un trampolín para
intentar hacer felices a los demás.
8. Si utilizas maquinilla de afeitar, corta los
signos de antipatía que hay en tu rostro; si, usas, productos de belleza, que
no enfunden o distorsionen la espontaneidad que hay en ti.
9. Cuando desdobles los planos y los mapas de
los lugares o ciudades que visitas, no olvides poner una “crucecita” en la más
cercana Iglesia. Un cristiano, por si lo has olvidado, ha de vivir y sentir la eucaristía como si
fuera el mejor refresco y el mejor chapuzón veraniego.
10. Finalmente, cuando instales la maleta en la
parte superior del coche, en el avión, en el barco, en el tren o en el
autobús…no dejes de lado, en ese mismo momento, de mirar hacia el cielo: Dios
te acompaña. Y, cuando emprendas el viaje, además de decir “nos vamos de
vacaciones”, recites una oración al Señor para que, por lo menos, volváis tan
contentos y tan saludables como os marcháis.
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