La Misa crismal, que el
obispo celebra con su presbiterio (con los sacerdotes de su diócesis), y dentro
de la cual consagra el Santo Crisma y bendice los demás óleos, es como una
manifestación de comunión de los presbíteros (sacerdotes) con el propio obispo
(cf OGMR, 203). Con el Santo Crisma consagrado por el obispo se ungen los
recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los
presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en su
dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y disponen al
Bautismo. Con el óleo de los enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad.
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