viernes, 3 de noviembre de 2017

¡ AY SI YO TUVIERA UNA ESCOBA....!

 carta

¡ AY SI YO TUVIERA UNA ESCOBA....!
Siempre dije que al pasado ni para coger impulso, pero uno es nostálgico, a veces, y no se puede olvidar de lo que a uno le forjó, le animó, le constituyó e incluso lo que uno mamó de pequeño o de adolescente. Una de esas cosas son las canciones que han marcado toda una época, una vida e incluso una personalidad. Una de esas canciones ha sido y es aquella que decía: ¡ si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería!. Claro que si.
Me quiero acordar este fin de semana de un santo que el día tres era su onomástica: era Martín de nombre, Porres el apellido y fray escoba comunmente conocido. Y me quiero acordar de fray escoba porque entiendo que en todas nuestras comunidades de fe, donde compartimos y celebramos cada semana, hay siempre un/una fray escoba: esa persona que, como Martín, hace las labores que parece que no se ven, pero que son imprescindibles; esas personas que con su labor callada y abnegada, hacen más agradable nuestra estancia en los lugares de culto; esas personas con nombres y apellidos que probablemente no conozcamos por su anonimato, pero a las que hay que decirles GRACIAS. Me quiero acordar de Carmelo, Dámaso, Juan, Pepe, Ceni... y tantos y tantos de los que no me acuerdo o cuyo nombre no me lo se.
Es curioso que el evangelio de este fin de semana nos habla de "hacer lo que nos dicen, pero no lo que hacen". ¡Qué
importante es la coherencia en nuestras vidas!, pero aún siendo verdad que no siempre se consigue, ¡qué valor tiene el hacer lo que otros, como ejemplo y coherencia, hacen aunque no siempre sea lo mismo que ellos dicen. Qué hermosa era la frase de Pablo VI cuando decía que "el hombre escucha más atento a los testigos que a los maestros" y ya lo decía Francisco de Asís: si es necesario, díganlo también con palabras". Insisto ¡ ay si yo tuviera una escoba!.
Las escobas son aquellos instrumentos que recogen lo que no sirve, lo que no nos es válido, aquello que desechamos y que no queremos. Pero más importante que la escoba es quien la utiliza y para ello el que utiliza la escoba ha de ser humilde, es decir, salir de sí mismos para darse a los demás. ¡Cuántos en nuestras comunidades salen de sí mismos y se dan a los demás, para que estos, en las celebraciones se sientan a gusto!. ¡Cuántos fray escobas hay en nuestras comunidades y no son valorados!. Martín de Porres era un hombre que no quería que nadie le reconociera su labor, lo hacía por los pobres, para los pobres y en el bien de la comunidad. En nuestras parroquias ha de pasar lo mismo.
Una humildad que nos tiene que llevar a no llamar a nadie Maestro, porque uno solo es el Maestro. Nadie está por encima de nadie, independientemente de la labor que desarrolle en una comunidad: ¡cuántos nos creemos superiores a los demás!. ¡cuántos decimos que con una carrera universitaria somos capaces de superar a los demás...!. ¡Ay si yo tuviera una escoba!.
Probablemente en muchas de nuestras parroquias hay que pasar una escoba. Hay que barrer, hay que limpiar. Hay que limpiar de soberbia, de orgullo, de protagonismo, de ocupar primeros bancos, de saber leer mejor que nadie, de saber de ciertas cosas mejor que otros, de decir quien debe pertenecer a un grupo y quien no.....: no llamen a nadie Maestro
¡ Cuántos fray escobas hay en nuestras comunidades!. Ojalá que aprendamos de las bienaventuranzas que se proclamaban esta semana: dichosos los que limpian, dichosos los que te dicen en una comunidad donde está tu sitio; dichosos los que nunca te niegan una sonrisa; dichoso el párroco que atiende a todos por igual y no hace distinciones; dichosos los que siempre se quedan para el final y no se pelean por los primeros puestos; dichosos los humildes, los sencillos de corazón, porque de los que tienen la escoba en la mano es el Reino de los cielos.
Despojémonos de los grandes trajes y vayamos cogiendo el mono de trabajo porque queda mucho por hacer.
Hasta la próxima
Paco Mira



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