¡
AY SI YO TUVIERA UNA ESCOBA....!
Siempre dije que al pasado ni para coger impulso, pero uno es
nostálgico, a veces, y no se puede olvidar de lo que a uno le forjó,
le animó, le constituyó e incluso lo que uno mamó de pequeño o de
adolescente. Una de esas cosas son las canciones que han marcado toda
una época, una vida e incluso una personalidad. Una de esas
canciones ha sido y es aquella que decía: ¡ si yo tuviera una
escoba, cuantas cosas barrería!. Claro que si.
Me
quiero acordar este fin de semana de un santo que el día tres era su
onomástica: era Martín de nombre, Porres el apellido y fray escoba
comunmente conocido. Y me quiero acordar de fray escoba porque
entiendo que en todas nuestras comunidades de fe, donde compartimos y
celebramos cada semana, hay siempre un/una fray escoba: esa persona
que, como Martín, hace las labores que parece que no se ven, pero
que son imprescindibles; esas personas que con su labor callada y
abnegada, hacen más agradable nuestra estancia en los lugares de
culto; esas personas con nombres y apellidos que probablemente no
conozcamos por su anonimato, pero a las que hay que decirles GRACIAS.
Me quiero acordar de Carmelo, Dámaso, Juan, Pepe, Ceni... y tantos y
tantos de los que no me acuerdo o cuyo nombre no me lo se.
Es
curioso que el evangelio de este fin de semana nos habla de "hacer
lo que nos dicen, pero no lo que hacen".
¡Qué
importante es la coherencia en nuestras vidas!, pero aún
siendo verdad que no siempre se consigue, ¡qué valor tiene el hacer
lo que otros, como ejemplo y coherencia, hacen aunque no siempre sea
lo mismo que ellos dicen. Qué hermosa era la frase de Pablo VI
cuando decía que "el
hombre escucha más atento a los testigos que a los maestros"
y ya lo decía Francisco de Asís: si
es necesario, díganlo también con palabras".
Insisto ¡ ay si yo tuviera una escoba!.
Las
escobas son aquellos instrumentos que recogen lo que no sirve, lo que
no nos es válido, aquello que desechamos y que no queremos. Pero más
importante que la escoba es quien la utiliza y para ello el que
utiliza la escoba ha de ser humilde, es decir, salir de sí mismos
para darse a los demás. ¡Cuántos en nuestras comunidades salen de
sí mismos y se dan a los demás, para que estos, en las
celebraciones se sientan a gusto!. ¡Cuántos fray escobas hay en
nuestras comunidades y no son valorados!. Martín de Porres era un
hombre que no quería que nadie le reconociera su labor, lo hacía
por los pobres, para los pobres y en el bien de la comunidad. En
nuestras parroquias ha de pasar lo mismo.
Una
humildad que nos tiene que llevar a no llamar a nadie Maestro, porque
uno solo es el Maestro. Nadie está por encima de nadie,
independientemente de la labor que desarrolle en una comunidad:
¡cuántos nos creemos superiores a los demás!. ¡cuántos decimos
que con una carrera universitaria somos capaces de superar a los
demás...!. ¡Ay si yo tuviera una escoba!.
Probablemente
en muchas de nuestras parroquias hay que pasar una escoba. Hay que
barrer, hay que limpiar. Hay que limpiar de soberbia, de orgullo, de
protagonismo, de ocupar primeros bancos, de saber leer mejor que
nadie, de saber de ciertas cosas mejor que otros, de decir quien debe
pertenecer a un grupo y quien no.....: no
llamen a nadie Maestro
¡
Cuántos fray escobas hay en nuestras comunidades!. Ojalá que
aprendamos de las bienaventuranzas que se proclamaban esta semana:
dichosos los que limpian, dichosos los que te dicen en una comunidad
donde está tu sitio; dichosos los que nunca te niegan una sonrisa;
dichoso el párroco que atiende a todos por igual y no hace
distinciones; dichosos los que siempre se quedan para el final y no
se pelean por los primeros puestos; dichosos los humildes, los
sencillos de corazón, porque de los que tienen la escoba en la mano
es el Reino de los cielos.
Despojémonos
de los grandes trajes y vayamos cogiendo el mono de trabajo porque
queda mucho por hacer.
Hasta
la próxima
Paco
Mira
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