viernes, 20 de octubre de 2017

EL 155! Y EL DOMUND

 carta


Les voy a decir que no pienso hablar ni de números primos, ni de ecuaciones de segundo grado ni de tantos por ciento. Tampoco quiero hablar de matemáticas, entre otras cosas porque nunca fueron mi
fuerte, probablemente porque nunca he tenido un profesor que me hiciera saborear, gustar y disfrutar de una asignatura que se me antoja que hoy es fundamental en muchos de los aspectos, hasta para que nos paguen la cláusula del suelo los que hicieron una hipoteca de su casa.
Pero estarán de acuerdo conmigo, que hay números que nada más verlos nos transportan hacia momentos, lugares, personas, hechos… que en algún momento pueden marcar o han marcado nuestra vida: si les hablo del 15 probablemente nos transporte a la niña bonita; Si les hablo del 22, pues lógicamente nos hablará de los dos patitos y así sucesivamente. Hasta diría que es entretenido.
Pero ¿si les hablo del 155?. Pues probablemente les pase como a mí con las matemáticas: si uno nace negado a la asignatura, pues ahí queda… y si el 155 es un número que significa amenaza, miedo, denuncia… se nos quedará grabado para toda la vida por el significado con el que lo hemos empleado. No me gustaría que eso sucediera: me gustaría que hubiese 155 razones para haber diálogo y conversaciones; me gustaría que hubiese 155 razones y más para los besos y los abrazos; me gustaría que hubiese 155 razones y mas para silencios y escuchas en un mundo amenazado por los ruidos que nos impiden escuchar al que tenemos al lado.
Este fin de semana celebramos el Domund. Antiguamente era el día de las misiones y quizás lo siga siendo hoy en día. Pero claro, como dice el lema de este año, hay que ser valientes para ser misioneros. Como valiente hay que ser para hablar del 155, como valiente hay que ser para dar testimonio de nuestra fe en los tiempos que corremos. Como valiente hay que ser para dar testimonio y no esconderse de que la fe merece la pena.
El evangelio de este fin de semana nos pide que tengamos una mirada profunda, que no juzguemos por apariencias. A veces en las situaciones reales de la vida (social, política, cultural, familiar….) juzgamos demasiado fácil y nos apuntamos al coro de los que condenan o absuelven sin escuchar a las partes implicadas.
El evangelio, nuestro evangelio, tiene que estar por encima de partidos y de ideologías. No lo convirtamos en un arma para atacar a los contrarios ni en un escudo para cubrir nuestros propios intereses. El evangelio nos tiene que llevar a evitar que nuestras opiniones sean manipuladas o usadas en favor de intereses particulares o partidistas.
“Pagar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. El evangelio se propone pero no se impone. Hoy los cristianos hemos de respetar las leyes consensuadas por las sociedades modernas y democráticas, pero también y desde la valentía que nos da el saber que el mensaje de Jesús merece la pena, hemos de ponerlo como alternativa humanizadora y liberadora. Si al respeto por la autonomía de los procesos sociales le sumamos la libertad interior y la mirada profunda del Evangelio surge una ecuación maravillosa para que los discípulos de Jesús seamos sal y luz.
¡Qué maravilloso es cuando a los discípulos de Jesús se les llama que son valientes!. Valentía que viene del convencimiento de que la verdad les hará
libres y esa libertad les permite que se pueda evangelizar sin cadenas. Maravillosa es la labor de tantos y tantos discípulos de Jesús que desde su convencimiento personal dejan atrás todo lo que les puede atar y entregan su vida en favor de otros. Probablemente también entre nosotros tengamos que ser valientes porque a lo mejor estamos en tierra de misión, y para ello hay más de 155 razones, por supuesto.
Por cierto, Felicidades al pueblo de San Rafael , que inicia sus fiestas en honor a su patrón.
Hasta la próxima
Paco Mira

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