CON
LA COMIDA NO SE JUEGA, Y MENOS AHORA QUE CARGAMOS CON MÁS DE UNA CRUZ
Creo que todos vemos la televisión.
Es más: normalmente vemos aquellos programas que incluso nos atrevemos a decir
que no sirven, que son una basura, que cambiamos de canal. Sin embargo es
curioso que en cualquier tertulia o conversación
familiar o de amigos hablamos,
comentamos, opinamos… sobre aquellos programas que decimos que no vemos o que
decimos que deberían quitar de la parrilla de la programación.
Esto es lo que me pasó a mí. El otro
día viendo un programa de una cadena que en mi televisión se coge en el número
cinco, viendo a unos individuos en una isla que dicen que pasan mil calamidades
e incluso hambre, había una prueba que el que la ganara tenía que comer, con
las manos a la espalda, una pata de cochino cocida, atada a un madero y que
solamente se podía utilizar la boca. Todo esto jaleado por un presentador que
cuando habla parece emular a la infabilidad pontificia porque da la impresión
de no equivocarse y hablar en nombre de la mayoría, porque esta le aplaude.
La pata de cochino había que comerla
en un tiempo determinado y lógicamente cuando acabó el tiempo, la pata también
acabó destrozada y probablemente acabarían tirando la pata, puesto que en una
sociedad tan fina y sofisticada como la nuestra, la del primer mundo, ¿cómo
podemos comer una pata mordida por otros?. ¡ Que pena!. Los mismos que nos
quejamos de la televisión somos los mismos que fomentamos dichos programas y lo
que conlleva esto.l
Lógicamente si me lee el que
presenta el programa, probablemente dirá que es demagogia, pero ¿diría lo mismo
o también es demagogia el que no llega a fin de mes o que no tiene para ir
todos los días al supermercado?. Porque puede ser que yo tenga para ir al super
todos los días, pero eso no quita que me duela que se juegue con la comida y
más en los tiempos que corremos.
Decía el otro día el secretario
general de caritas que nos hemos acostumbrado a la pobreza, incluso los
pobres. ¡qué triste!. La sociedad y los que la formamos nos hemos
acostumbrado y nos hemos adormecido ante una realidad a la que no somos capaces
– o no queremos – darle una solución. Parecemos anestesiados, que ya no nos
produce dolor, lo que otros hagan con lo más básico como es la comida.
Dice el evangelio de este fin de
semana, que cada uno tiene que ser consciente de llevar su propia cruz; que
tiene que apuntarse al seguimiento de quien nos ha marcado el camino para poder
llegar a la felicidad y este camino no pasa por la televisión o al menos en ciertos
juegos a los que nos invita la misma.
Hemos de prepararnos para ello. La
primera lectura nos recuerda como hay que
acoger a los que nos visitan. La
primera lectura del libro de los reyes (2Re 4,8) nos recuerda como una mujer le
prepara al profeta Eliseo su casa. ¡Cuántos, en la vida de cada día, en nuestro
caminar diario, nos piden que les acompañemos, que les acojamos…. Que no
pasemos de largo ante su dolor y ante sus angustias….! Y nosotros,
probablemente, nos quedemos viendo la televisión y en ella programas que juegan
con lo más básico y que no se debería jugar con ello.
Dios toca todos los días en la
puerta de cada uno de nosotros. Dios todos los días nos invita a mirar al
pobre, al desvalido, al que nada tiene… entre otras cosas porque es Dios mismo
quien se refleja en los más necesitados.
No nos dice que no veamos la
televisión, pero sí que seamos más críticos con lo que esta nos ofrece y sobre
todo si se trata de comida en tiempos de crisis, con esta no se juega.
Hasta
la próxima y feliz verano
Paco Mira
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