Cuando
Dios quiere, uno no tiene como escaparse, ser misionero te lleva a dejar de
plantearte la vida desde la lógica humana y a vivir desde la propuesta que Dios
nos hace a través de su Palabra.
Al
escuchar la expresión “Sal de tu tierra” mi mente me transporta del lugar donde
nací y crecí al lugar donde hoy vivo, donde hoy comparto mi fe con las
comunidades indígenas de la Amazonia brasileña. Después de diez años en la
misión ad gentes en tierras brasileñas, puedo decir que he pasado y estoy en el
lugar que Dios me indicó y donde la Iglesia me envió. Salir de nuestra tierra
nos enriquece y nos hace descubrir la riqueza de las personas, las culturas, la
forma de relacionarse con Dios, de celebrar la fe y la vida. ¡Cuántas cosas he
aprendido a lo largo de este tiempo, sobre todo de la gente más simple!
Cuando
miro para atrás me doy cuenta cómo ha ido cambiando mi forma de entender la
vida y todo lo que me rodea a partir de la misión y como eso vale la pena.
Salir de tu tierra no significa renunciar a nada y sí vivir en una realidad
diferente, en la que uno va descubriendo la mano de Dios. Al fin y al cabo es
Dios quien nos llama, nos envía, nos conduce y nos ayuda a superar las
dificultades que nos vamos encontrando. Él se hace presente en las personas con
las que nos encontramos cada día, en todo lo que nos rodea, y nos va regalando
todo lo que nos van haciendo cada día más felices.
No
podemos tener miedo a lo desconocido, al contrario, tenemos que estar
dispuestos a descubrir la riqueza que se nos ofrece en todo lo que nos rodea.
Sal de tu tierra y veras como vale la pena, sal de tu tierra y encontrarás la
novedad del Reino, sal de tierra y sigue el rumbo que Dios te marca. Sólo Él te
va a ayudar a descubrir su grandeza y su presencia hasta los confines del
mundo.
Luis
Miguel Modino
Misionero
en Brasil
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