viernes, 14 de octubre de 2016

DIOS NO SE CANSA DEL CARBONERO

 CARTA


Este fin de semana, la Palabra de Dios, Jesús, nos invita a algo que en nuestro mundo no se estila mucho: a la paciencia. Y digo que no se estila mucho, porque la vertiginosidad de nuestra sociedad nos lleva a lo inmediato, a lo rápido, a lo que se pueda ver y tocar en un solo momento. Es curioso que hasta el "abre fácil" me parece complicado y nos cabreamos porque no nos abre en el tiempo y forma. Los cafés, aunque algunos los sigan pidiendo hirviendo, otros llegan al camarero con el que tienen confianza y le dicen " no me lo calientes mucho, que me voy ya".

¡Qué poco nos gusta saborear lo bueno: esos paisajes que la naturaleza (Dios) nos ofrece; esos ratos sin prisas de compañías agradables; esas conversaciones con personas solas, sin nadie que les escuche y que no tengamos prisas...! Me gustaría que cada uno dejara de leer la carta un momento y piense en uno de esos ratitos. Dicho y hecho, ¡qué pena que no los tengamos!.
En la vida y en las de las parroquias también, en más de una ocasión exclamamos: ¡"ya está bien, me he cansado y tiro la toalla!". En definitiva que ante ciertas situaciones no tenemos la paciencia suficiente y no aguantamos más, tiramos la toalla, damos - a veces - un espantón o una mala contestación y hasta la próxima y que venga otro porque esto yo no lo aguanto.
Por eso el evangelio de este fin de semana nos invita a la paciencia. Es curioso como Pablo, cuando le escribe a su amito Timoteo, un amigo que también lo está pasando mal, un amigo que predica en un lugar donde se da de todo menos la fe, le dice: ten paciencia, insiste a tiempo y a destiempo, si hace falta también reprocha....¡ay nosotros si nos reprenden!. Nuestra sociedad está a la que salta y quizás no esté para ciertos consejos.
Hoy que queremos dar solución para muchas cosas; hoy que queremos ser maestros de mucho y no dejar que nos den un consejo... estamos perdiendo - los cristianos al menos - la posibilidad de centrarnos en hablar con nuestro Padre Dios. Estamos perdiendo no la posibilidad de masticar oraciones, sino de ponernos cara a cara con nuestro Padre, para que él nos diga lo que tenemos que hacer en cada momento.
Nuestros mayores, quizás no sabían mucho de pedagogía, de teología, de... grandes conocimientos... pero sí tenían eso que llamamos la fe del carbonero: esa fe humilde, sencilla, sincera, honrada... que se equivoca, pero que tiene la capacidad de rectificar, pedir perdón y salir adelante. Esa fe no rebuscada, pero una fe que se hereda y no se olvida. Una fe de rezo por la noche, (quizás contando las esquinas de mi cama) de presignarse al salir de casa, de agradecer el alimento que al almuerzo nos ha tocado, de oración ante un difunto, de respeto en una procesión, ....
Por eso hoy el evangelio (Lucas 18,1), nos pregunta si cuando venga el Hijo del Hombre, encontrará fe en la tierra. Como diría el Quijote a su fiel escudero Sancho, "cual largo me lo fiáis, amigo Sancho". A veces nuestras
comunidades son islas en medio de un océano y me ha gustado que en el libro del Exodo a Moisés le ponen piedras debajo del brazo, le ayudan a que no decaiga en su labor.
No perdamos la paciencia. Seamos capaces de, como mínimo, tener la fe del carbonero. Seamos alegres en el devenir de nuestra fe, que seamos contagiosos. Este fin de semana recordábamos a la gran Teresa de Jesús, maestra de espiritualidad y maestra de oración. Una mujer que no lo tuvo nada fácil, pero que a base de tesón y constancia, fue capaz de salir adelante. Quizá con paciencia, con entusiasmo y con energía, fue capaz de salir adelante.
¿Como andamos de paciencia?
Hasta la próxima
Paco Mira

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