En la Misa crismal el obispo celebra con su presbiterio
(con los sacerdotes de su diócesis), y consagra el Santo Crisma y bendice los demás
óleos.
Con el Santo Crisma consagrado por el obispo se ungen los
recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los
presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en su
dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y disponen al
Bautismo. Con el óleo de los enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad.
La palabra “crisma” es griega y denomina un ungüento
aromático, mezcla de aceite y bálsamo oloroso, con el que se unge o se da
masaje. Viene del verbo “chrío”, ungir, que ha dado origen al término
“Christós”, el Ungido, equivalente a “Mesías” en hebreo (“Dios le ungió con el
Espíritu Santo y con poder”; Hch 10, 38), y por derivación al de “cristianos”,
ungidos, pertenecientes al Ungido.
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