El
espacio del silencio y de la espera. En el que parece que nada ocurre, pero
algo está germinando. El lugar del cansancio y cierta rendición. De una quietud
callada. Hay muchos espacios en nuestro mundo que se asemejan a este. Muchos
lugares donde parece que se palpa la derrota…
Pues
bien, ese sepulcro en el que yace la Vida a punto de estallar, en el que la
Palabra espera para volver a ser proclamada con estruendo, es hoy icono de
esperanza para todas esas realidades vencidas y atravesadas, que siguen
esperando que se haga la luz.
Señor,
enséñame a esperar. A creer en las promesas, en tus promesas. Enséñame a sentir
que, aunque no lo vea, la losa que cubre tantas realidades está a punto de
romperse. Dame fe, Señor.
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