Ayer
por la tarde estábamos todas juntas trabajando en la sala. Al cabo de un rato,
viendo que el móvil no paraba de pitar, no aguantamos la curiosidad.
-Pero...
¿qué pasa hoy? ¿Está escribiendo todo el mundo?
-No,
están escribiendo las madres -nos explicó Lety- Mañana empiezan los exámenes de
Selectividad y están pidiendo oraciones por sus hijos.
¡La
temida Selectividad! ¡Qué recuerdos! Nervios, carreras, los repasos de última
hora en los pasillos, más nervios... Cuando me tocó presentarme a mí, sentí que
el universo entero giraba alrededor de esos exámenes. La frase que más oía a mi
alrededor era “necesito sacar esta nota, de ello depende mi futuro...” Es la
lucha por el futuro, por hacer realidad un sueño.
Sí,
pero, ¿qué sueño? ¿Estudiar lo que te gusta? ¿Conseguir un buen trabajo? Sí,
todo esto es bueno, pero el sueño que realmente se esconde en lo más profundo
de las mochilas de estos jóvenes es el deseo de ser feliz. Parece que si tienes
éxito profesional o académico, la felicidad está asegurada. Pero, te lo digo
por experiencia, eso no es así. ¡Dios nos ha creado con un corazón que necesita
mucho más que eso para saciarse!
Hoy
el reto del amor es orar por nuestros jóvenes, especialmente por los que se
presentan a la Selectividad. Te invito a que le presentes a Cristo las
esperanzas de estos chicos y chicas, sus sueños, su deseo de encontrar la
felicidad. Todos la buscan, pero muchos no saben que esta felicidad tiene un
nombre: Jesucristo. Y, ¿sabes qué es lo mejor? Que con Cristo no se necesita
superar una nota de corte, ¡es para todos! “Nos hiciste, Señor, para ti, y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
En
estos días de incertidumbre y de ilusión, pídele a Cristo poder ser un apoyo
para los jóvenes que tienes a tu alrededor. Y, sobre todo, pídele poder
ayudarles a descubrir la felicidad completa: Jesucristo. ¡Que hoy tu sonrisa
sea tu mejor testimonio! ¡Feliz día!
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