Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote
Este jueves inmediato a Pentecostés celebramos
la fiesta de Jesucristo Sumo y
Eterno Sacerdote. Esta festividad
de origen española, obtuvo aprobación de la Santa Sede en 1971. Fue incluida en
el calendario litúrgico en 1974, y desde 1996, se incorporaron textos propios
en la liturgia de las horas, enviados desde Madrid por Juan Pablo II, en
conmemoración de sus bodas de oro sacerdotales. En esta fiesta contemplamos el
sacerdocio redentor de Jesucristo como la cumbre y compendio de su acción
salvadora en el mundo. Jesús es el sacerdote de la nueva alianza que nos ha
reconciliado con Dios y nos ha llamado a formar parte de su Iglesia haciéndonos
hijos del Padre. Nos ha comunicado una nueva vida en el Espíritu Santo y nos ha
convertido en Pueblo sacerdotal, participes de su sacerdocio para extender el
reino de Dios a todos los hombres.
Por otro lado, así como Jesús une en su mediación los dos aspectos de la relación con Dios y con los hombres, y esto es lo que lo constituye sumo sacerdote, así nosotros debemos unir en nuestras vidas la fe que nos acerca a Dios y la solidaridad que nos une a nuestros hermanos.
En medio de este pueblo sacerdotal, Dios, por medio de la
Iglesia, elige a algunos de los hermanos para que desempeñen el sacerdocio
ministerial y santifiquen al pueblo de Dios. Como cristianos en Cristo y por Cristo ellos ofrecen vida, gozos y
sufrimientos, con alegría en el altar. Ellos, llamados a desempeñar el
sacerdocio ministerial, se unen de modo singular a Cristo, Sacerdote, Cabeza y
Pastor: "Sólo el sacramento
del Orden atribuye al ministerio ordenado una peculiar participación en el
oficio de Cristo Cabeza y Pastor y en su sacerdocio eterno"
(Christifideles laici, 23). La misión del sacerdote ordenado es perpetuar el
sacerdocio único de Jesucristo.
Por otro lado, así como Jesús une en su mediación los dos aspectos de la relación con Dios y con los hombres, y esto es lo que lo constituye sumo sacerdote, así nosotros debemos unir en nuestras vidas la fe que nos acerca a Dios y la solidaridad que nos une a nuestros hermanos.
Nosotros debemos integrar la relación con Dios
en el centro de nuestra vida, haciendo que nuestro culto sea la propia vida
entregada y no como una realidad aparte; entrar en relación con Dios y
confrontarnos constantemente con su voluntad, y acercar a nuestros hermanos a
Dios. Y esto sólo podemos realizarlo estando unidos a Cristo por los
sacramentos, que no son observancias rituales, sino medios de unión con Él. En
esto consiste nuestro sacerdocio
común, en unir toda la realidad de nuestra vida y de nuestra muerte, a la
realidad de la vida y de la muerte de Cristo en favor de nuestros hermanos.
Hoy fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno
Sacerdote, por la intercesión de Santísima Virgen, Reina y Madre de cada uno y
de la Iglesia entera, oremos por los sacerdotes, para que sean dignos ministros
de Nuestro Señor: hombres de oración. Asimismo agradecemos a todos los
sacerdotes que han pasado por esta parroquia de San Rafael Arcángel desde su
inicio:
D. Policarpo Báez Marrero y
D. Francisco Rodríguez Rodríguez 1943
D. Vittorio Colafranceschi Colasanti 1943
– 1946
D. Román Navarro Rodríguez
1948 – 1954
D. Manuel Guedes Quintana
1954 – 1961
D. José Reyes Molina 1954 –
1959
D. Bartolomé Santana
Sánchez 1959 – 1960
D. Francisco López Pérez
1960
D. Luis García Marrero 1961
– 1963
D. Manuel Déniz Déniz 1963
– 1965
D. Pedro Sánchez González
1965 – 1974
D. Eugenio Peñate Suárez
1965
D. Santiago Pérez Mesa 1974
– 1982
D. Jesús Vega Mesa 1982 –
1990
D. Cristiam Briales 1988 -
1991
D. Gonzalo Fernández Parrilla 1990 – 1998
D. Juan Betancor Domínguez 1998 - 1999
D. Manuel Pérez Gallardo 1999 – 2001
D. Bernardo Valerón Cabrera 2001 – 2004
D. Alejandro Santana González 2004 – 2012
D. Antonio Juan López González 2012 -
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