viernes, 21 de febrero de 2025

A POR EL PERDÓN

 


A POR EL PERDÓN

No hace mucho, en una guagua, iban un abuelo y un nieto. Ambos se dirigían por primera vez al colegio del nieto. «y si algún niño te pega, tú devuélvesela y, si puedes, más fuerte». Creo que no era el momento ni el lugar para iniciar un debate respecto a la educación que estaba recibiendo el niño por parte de su abuelo, pero sí pensé que si desde pequeños se inculca ese modo de actuar, no es de extrañar la crispación y la violencia estén cada vez más presentes en nuestras vidas.

Es muy común decir que ser cristiano es ir contracorriente, pero al escuchar el evangelio de hoy esto se nota de un modo más patente. Las indicaciones que Jesús da a sus discípulos chocan frontalmente con el modo común de pensamiento: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les odian, bendigan a los que les maldicen, al que les pegue en una mejilla, presentenle la otra... Por mucho que nos empeñemos, este modo de obrar no es el que sale normalmente de nosotros, más bien lo contrario.

Sin embargo, también sabemos que ese modo de obrar sólo conduce a perpetuar el mal y lo único que se consigue es hacer que las cosas vayan cada vez peor. Sentimos que sería necesario cortar por algún sitio, pero no sabemos cómo hacerlo, y también nos faltan las fuerzas necesarias para ello.

Por eso, también el Señor nos da la clave para empezar a cortar esa dinámica de la violencia. No se trata de hacer un esfuerzo casi sobrehumano de contención y represión, sino de seguir un proceso, que tiene dos fases. La primera es «traten a los demás como queramos que nos traten a nosottos, pues con la medida que midiéremos, se nos medirá a nosotros». Y esto ya lo entendemos mejor, porque nos hace poner la mirada en nosotros mismos: ¿cómo me gusta que me traten los demás?,¿con educación, respeto, comprensión, paciencia...? Pues para seguir las indicaciones de Jesús he de ser yo el que trate a los demás con educación, paciencia, respeto, comprensión, empezando por los temas más cotidianos y por las personas más cercanas.

Y la segunda fase de este proceso para cortar la dinámica de la violencia es: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Aquí ya ponemos a Dios como el punto de referencia; seguimos partiendo de nosotros mismos pero vamos más allá. ¿Cómo y en qué ocasiones ha sido Dios misericordioso conmigo? ¿Cuántas veces no me ha condenado, sino que me ha perdonado? Es esta conciencia de la misericordia de Dios que hemos recibido la que nos dará ‘la medida’ que debemos usar con los demás, y la fuerza necesaria para ir contracorriente, para no juzgar ni condenar, sino perdonar y amar. Como dijo el Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo de la Misericordia (2015): «La misericordia no es sólo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas es la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Cómo es difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices».

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia él, pero sí en una actitud humana de interés positivo por su bien. Jesús piensa que la persona es humana cuando el amor está en la base de toda su actuación. Y ni siquiera la relación con los enemigos ha de ser una excepción. Quien es humano hasta el final respeta la dignidad del enemigo por muy desfigurada que se nos pueda presentar. No adopta ante él una postura excluyente de maldición, sino una actitud de bendición.

Y es precisamente este amor, que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos sin excepción, la aportación más humana que puede introducir en la sociedad el que se inspira en el evangelio de Jesús. Hay situaciones en las que este amor al enemigo parece imposible. Estamos demasiado heridos para poder perdonar. Necesitamos tiempo para recuperar la paz. Es el momento de recordar que también nosotros vivimos de la paciencia y el perdón de Dios.

Hoy te invito y me invito a pensar a quién necesito perdonar en mi vida. Igual necesito perdonarme a mí mismo por errores del pasado. El perdón no es más que un proceso, que lleva su tiempo.

Hasta la próxima

Paco Mira

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es importante.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.