“Ánimo, soy yo no tengas miedo”. Cuánto bien me hace volver a escuchar estas palabras tuyas, Señor. En cada Eucaristía que celebro siento que estas palabras entran de nuevo en mi corazón y me ayudan a seguir luchando, y, sobre todo a seguir amando. Y la escucho dentro la barca de tu Iglesia, en la que me has puesto desde mi bautismo, y de la que no me quiero salir por muy imperfecta que sea, y por muy sacudida que vaya por el viento. Si salto de ella es sólo para llegar a Ti, y ayudar a mis hermanos y hermanas a llegar más pronto a donde Tú estás. En esta barca quiero sentarme y aprender de los que saben rezar, adorándote y pidiéndote con verdadera fe. Quiero tener conversación con los que han pasado por grandes temporales en sus vidas, y a pesar del miedo han sabido recomponerse con dignidad. Quiero sentarme a la mesa y aprender a alimentarme con los que recuperan fuerzas para el compromiso y la solidaridad. Quiero mirar a los que saben interpretar las estrellas, y mirar el mapa de tu Palabra escrita, para orientarse por tus caminos. Quiero trabajar con los que realizan humildes tareas de limpieza y reparación para que la desidia no se apodere de mi vida. Quiero pasar ratos con los que guardan silencio, y cuando hablan procuran decir cosas constructivas y sanantes. Agárrame Señor cuando me encuentre perdido. Sube a nuestra barca, y que amaine nuestro viento. Señor, que no dude nunca de Ti.
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