No
los vemos pero siempre están ahí, acompañándonos, alentándonos, animando,
ayudando...
No
los vemos pero siempre van con nosotros, allá donde vamos ellos/as están ahí...
Son
nuestros ángeles.
No
hablo de fantasía o de ficción, hablo de realidad.
No
son pequeñitos ni tienen alas, no vagabundean volando alrededor nuestro...
simplemente están ahí, dentro y fuera de nosotros.
¿Quiénes
son esos ángeles? la respuesta es sencilla: son aquellos seres que forman parte
de nuestra vida de manera especial.
Aquellos
a los que hemos abierto las puertas de nuestro corazón y entran en nuestra
morada con el mayor respeto del mundo porque sienten que lo que vivimos y
pensamos es importante para ellos.
Los
que pasan sin llamar porque no necesitan pedir permiso ya que saben que siempre
lo tienen por nuestra parte.
Aquellos
a los que podemos confiarles nuestros secretos, nuestras alegrías y, sobre
todo, nuestra debilidad.
Los
que sufren con nuestro dolor y gozan con nuestras alegrías.
Los
que nos miran de frente sin temor a encontrarse con lo que transmiten nuestros
ojos.
Los
que luchan a nuestro lado en los proyectos que emprendemos.
Los
que tiran de nosotros cuando nos rezagamos y los que no caminan delante ni
detrás sino a nuestro lado.
Esos
son mis ángeles, y los tuyos también.
No
es necesario tener alma de niño para descubrirlos, aunque siempre ayuda la
mirada bondadosa e inocente, tan solo basta atender lo que cada día vivimos
para verlos a cada momento.
Hoy,
doy gracias por los ángeles que Dios ha puesto en mi camino porque en ellos se
manifiesta su gran Amor por mi vida y mi crecimiento.
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