viernes, 16 de agosto de 2019

LAS LLAMAS DE LA ENTREGA GENEROSA



 carta

¡ Si es que no tenemos suerte!. Si por suerte entendemos que se trata de que nos toque algún número de la lotería, pues alguno tendrá algún pellizco. Pero si por suerte entendemos que quedamos indemnes de ciertos peligros pues resulta que últimamente nos los llevamos todos. Estamos ardiendo de nuevo. Nos han quemado lo poco que tenemos y cuidamos con esmero porque no tenemos otra cosa.

Vaya por delante que contra el buen - eso quiero entenderlo así - hombre que por error ocasionó lo que ocasionó, no tengo nada. Creo que no fue consciente de lo que hacía, en el momento que lo hacía y con las condiciones del tiempo que tenemos. Pocos son los que quieren prender fuego por diversión, esos son los enfermos, los que necesitan un tratamiento, pero creo que este hombre no. Se equivocó y probablemente tendrá que pagar un precio que él no quisiera que sucediera. No lo crucifiquemos de antemano.

Pero nos ha vuelto a tocar. Y ha vuelto a tocar por el mismo sitio. Es como aquel que se está recuperando de una herida y se ha vuelto a llevar otro golpe en la misma. Fue Tejeda y ahora fue también Tejeda. Vaya mi solidaridad y mi apoyo para ellos.

Pero casualmente el evangelio de esta semana (Lucas 12), habla de pirómanos. En concreto Jesús viene a decir que ha venido a prender fuego al mundo: ¡ cómo sería en el tiempo de hoy, que alguien se declare pirómano!, y lo entiendo. Jesús viene a traer fuego y además del bueno.

Hoy quiero dedicar estas letras precisamente a los que prenden llamas de entrega, de solidaridad, de generosidad, de sacrificio.... A todos esos profesionales antiincendios que independientemente de que cobren por ello, se juegan la vida por salvar lo mucho o poco que otros tienen, pero que probablemente no tengan otra cosa; quiero acordarme de tantos y tantos que desinteresadamente prenden llamas en favor de los demás: gente que a puesto a disposición sus casas, sus enseres; gente que se olvida de las vacaciones, del confort de lo que tiene y abre las puertas de su casa y de su corazón a los más necesitados.

Quiero dedicar estas letras a todos aquellos que prenden llamas generosas con comida, enseres, o... simplemente con una conversación, con una escucha, con un silencio, con horas interminables de compañía para intentar hacer olvidar que el reloj sigue corriendo y no se ve una solución al problema.

Quiero dedicar estas letras a todos aquellos que en nuestras comunidades también prenden llamas de colaboración y servicio para que el mensaje de Jesús llegue a todos.

Jesús vino a traer fuego. Vino a prender la llama de esos que han actuado dentro de la desgracia del fuego, como pirómanos del amor desinteresado y de entrega generosa hacia aquellos que lo solicitan. Es curioso

como Jeremías, en la primera lectura, se queja amargamente que diciendo la verdad la gente no le crea. Y es que a la verdad siempre le pasa lo mismo: nadie la cree.

Hoy el evangelio nos invita a no quedarnos solamente con las imágenes tiernas que puedan aparecer en él, sino también con aquellas que son un poco más incómodas y que nos invitan a tomar decisiones que nos resultan muy comprometidas como la gente que ayuda en casos como el nuestro. Lo más fácil sería quedarnos en casa y ver lo que sucede por la televisión. Pero lo realmente evangélico, es estar de cortafuegos al pie del cañón.

Hasta la próxima

Paco Mira


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