Te
damos gracias, Padre,
porque
nos convocas hoy alrededor de tu mesa.
Tu
Hijo nos ha merecido
el
derecho de sentarnos en ella
y
participar de tu presencia salvadora
y
de tus divinos alimentos.
Faltan
muchos de tus hijos en esta fiesta
porque
solo se sienten cristianos de nombre,
no
viven a conciencia en tu Iglesia
ni
se aprovechan con ganas de los sacramentos.
Hoy
sentimos su ausencia
y
deseamos convencerles para que su fe sea educada
y
maduro en compromiso.
Te
damos gracias por el Espíritu Santo
que
nos envías para que nos transforme
en
testigos convencidos y alegres del Evangelio de Jesús.
Nos
unimos con tantos hermanos
que
ya gozan de tu presencia
y
que entregaron generosamente su vida al Evangelio
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