ESTAMOS HASTA EL GORRO DE ÓRDENES
La vida es un puro mandamiento y eso no lo niega nadie. Cuando nacemos y por educación ya nos están diciendo lo que tenemos que hacer, lo que podemos o no decir, de cómo tenemos que comportarnos.... y en la medida en que vamos siendo mayores, en la medida en que vamos creciendo, cuando llegamos a viejos.... también nos dan órdenes y a obedecer sin rechistar. En el intervalo de la juventud y la senectud, los que damos órdenes somos nosotros. Y además, creemos que lo hacemos bien.
Por otra parte, el mundo en general, nos movemos al compás de quien quiere tener la razón a base de órdenes, de mandamientos, de regular la vida de los demás, de decirnos lo que tenemos que hacer, aunque el ser humano no valga para mucho, porque lo importante son mis propios intereses.
Viendo el evangelio de esta semana, viendo que un fariseo le pregunta a Jesús, también por los mandamientos, por las órdenes que, según la ley, tenemos que cumplir, nosotros podemos ofrecer la mirada del amor del que nos habla el evangelio. Estoy seguro que estas aportaciones no llegarán jamás al Parlamento europeo, al Banco central europeo, al congreso de los diputados español o a los nefastos presidentes de tantos lugares donde la dignidad de las personas pueden quedar a la altura del betún, como USA o Venezuela por poner algunos ejemplos. Sin embargo, a pesar de pasar inadvertidos por los círculos de poder, no podemos callarnos pues quienes creemos en el evangelio y en su propuesta de vida es la fuerza que dinamiza nuestro ser y nuestro hacer.
Jesús nos plantea tres amores: el amor de Dios. Ese amor que es capaz de sacarnos de nuestro propio amor y abrirnos a un horizonte más amplio que incluye a los otros, a la creación y por supuesto al Creador. Se inspira en la gratitud por un lado y en la constatación de nuestra limitación que nos hace sentir que existimos por ese amor generoso de Dios.
El segundo amor, al prójimo, es el amor de respuesta. Le decimos a Dios que le amamos amando a quienes El ama. No podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos a los hermanos a quienes vemos. Es el amor que se compromete con la humanidad, tendiendo puentes de vida, de reconciliación, de justicia. Cuando somos capaces de dar el salto que nos permite ver al otro como hermano, como destinatario de nuestro amor y nuestra preocupación es que estamos entendiendo el proyecto de Jesús que tiene como mandamiento fundamental el amor. El amor es creador de vida y fuente de unidad entre los pueblos; es acogida, servicio, respeto, reconocimiento a lo diverso, ternura.... Si las decisiones que toman los dirigentes mundiales fueran pensadas para las personas que ellos aman de verdad, ¡cómo cambiaría la historia!.
El tercer amor es a mí mismo. El amor de la autoestima, pero también el que nos indica como hemos de amar a los demás: como yo quiero que me
amen a mí. Si cada uno se siente amado cuando es tratado con justicia, cuando se le dice la verdad, cuando se le respetan sus opiniones... tomar conciencia que los demás sienten lo mismo y por tanto me he de comportar de la misma manera, es la regla del evangelio.
"Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento?", pues ahora lo entiendo de otra manera y hasta que me ordenen que hay que amar, pues me parece hasta bien. De eso sabían nuestros santos de esta semana y su programa de vida: Dichosos los pobres, los sencillos, los humildes, los que sufren..... porque cumplieron con el mandamiento del amor.
Hasta la próxima
Paco Mira
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