viernes, 21 de septiembre de 2018

DIARIO DE UN CURA


NADA DE RUTINAS

Esta semana, acabadas las fiestas del Pino, parece que la vida se ha revolucionado. Más coches en la carretera, más niños y jóvenes en la calle, comienzo de clases, reanudación del trabajo para algunas personas, comienzo de reuniones parroquiales.., La vida, que parece que se había parado en el mes de junio, ha vuelto a resurgir. ¿Cómo lo tomamos?

Hay a quien le gusta decir que “volvemos a la rutina”. Me espanta esa palabra. No me gusta. Me espanta la rutina.
A mí los comienzos siempre me cuestan. Me cuesta empezar en una parroquia o en un grupo. Me cuesta poner en marcha la actividad, a veces frenética, de la comunidad cristiana, aunque la echo de menos. Me cuestan los cambios, pero me gustan. Me cuesta el comienzo de curso, y también preparar un programa de radio; pero cuando me falta, lo echo de menos. No me gusta la rutina. Ni me gustan las liturgias de las misas cuando todo tiene que ser milimétricamente lo mismo.
El otro día, cuando bajamos en peregrinación desde Cruce de Arinaga a Playa de Arinaga – tal vez unas cuatrocientas personas- para encontrarnos con la Virgen del Pino, lo iba pensando. Caminar, no estarse quieto, es la mejor imagen que se me ocurre para definir a un cristiano y a un ciudadano comprometido. Y me hubiera gustado llegar a Arinaga y celebrar la misa a mi manera, espontáneamente, sin ceñirme necesariamente a los ritos de siempre. Y me gustaría que este nuevo curso y cada actividad que programo, no sean una copia de lo del año pasado. Un no a la rutina. Por eso en la misa recordé y ahora lo vuelvo a hacer, algunos versos del admirado poeta León Felipe:
“Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros”


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