CUARENTA
DÍAS, ¿PARA QUÉ?
El otro día alguien me preguntaba y
me decía que si la ceniza era de los cigarros que los curas - los que lo hacían
- fumaban. En un principio me lo tomé como algo que entraba dentro de las
bromas que hacia la religión se suelen dar, pero resulta que no: era algo
absolutamente en serio. Pensaban que el inicio de la cuaresma se hacía con los
restos de la ceniza que se recogía de varios ceniceros por ahí delante, en
algunas casas parroquiales, o no sé en donde.
Siempre he dicho que la Iglesia es
una gran pedagoga. Quizás la más grande de todas, porque entre otras cosas
tiene que dar a entender a través de gestos y símbolos aquello que es un
misterio y que no se puede entender con la simple palabra: ¡qué hermoso y
maravilloso es que a través de una ceniza, de un simple polvillo... se nos haga
ver la pequeñez, lo simple y sencillos que somos, lo frágiles y poco altivos
que tenemos que ser!.
Cuarenta días de peregrinación.
Cuarenta días de desierto, cuarenta días de interiorizar aquello que
probablemente otros se lo tomen con la suficiente frivolidad para no darle la
importancia que para nosotros tiene que tener y que no siempre tiene. ¿Saben?.
A veces uno le gustaría volver a los tiempos del judaísmo primitivo en que los
sacramentos - lo que hoy son para nosotros - se daban y recibían después de un
proceso de interiorización largo en el que la comunidad de referencia de
acogía, te animaba y servía de referencia.
Por un lado el AYUNO. Vivimos en la
sociedad de la gran tecnología. En la sociedad en que el tener puede más que el
ser y el privarnos de cosas no va en nuestro pack de cada día. Probablemente el
AYUNO no es tanto pasar hambre, porque eso va en contra de los principios del
propio Dios. Pero de qué cosas puedo prescindir en esta vida. Probablemente de
muchas que no me hacen falta. Y si aligero la mochila, seguro que camino mejor
estos cuarenta días que me quedan para la fiesta principal.
Por otro lado la LIMOSNA. ¡Qué
fácil, cuando uno tiene dinero, es escoger a los que tengo que ayudar!.¡qué
fácil es que la gente dependa de mí, pero yo no dependo de nadie!. Solo el que
se siente necesitado sabe entender la ayuda que otros necesitan. Dar limosna no
es dar de lo que me sobra sino compartir lo que tengo con aquel que le hace
falta.
También habrá que ABSTENERSE, pero
¿de qué?. Creo que no hay una fórmula unánime que nos permita que todos ayunen,
den limosna y se abstengan de la misma manera. Creo que tenemos infinidad de
cosas que no nos hacen falta para el camino. Un camino que va a estar lleno de
dificultades, de piedras que obstaculizan que los cuarenta días sean los
mejores.
Antes se decía, que éramos polvo...
ahora se nos dice que nos convirtamos y creamos que el mensaje de Jesús es el
válido, es el que nos hace coger sentido en la vida que recorremos. Convertirse
es volver a empezar de nuevo, es sentirnos como la ceniza, polvo que llevada
por el viento es capaz de llegar a todos los lados, pero para ello hay que ser
conscientes de la humildad de la ceniza.
Cuarenta días, ¿para qué?: para
preparar la gran traca final de la Pascua. Para llegar a la gran fiesta que
hace que los cristianos nos demos cuenta que tenemos un hueco en la vida y que
nuestro mensaje no ha acabado el viernes santo, sino el domingo al alba, con la
luz.
Déjenme que les diga, Feliz
Cuaresma.
Hasta la próxima
Paco Mira
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