viernes, 4 de julio de 2014

VACACIONES. ¿SE PUEDE?


CARTA DEl PADRE MARTÍN GELABERT BALLESTER, 0P   
En verano hay de todo: gente que descansa de sus trabajos; buenas personas que aprovechan este tiempo para hacer libremente el bien a los demás (como voluntario en campamentos, o en lugares de misión, o en residencias de ancianos, o en sesiones de refuerzo escolar). Hay también personas que no disponen de ese tiempo para dedicarlo libremente a hacer el bien, sino que deben seguir haciendo el bien desde sus obligaciones ordinarias o desde lo que otros les solicitan.

Hace unos días me comentaba un presbítero relativamente joven que atiende a varias parroquias, que no hay modo de encontrar un sustituto para los meses de verano y que, por responsabilidad, iba a seguir con su trabajo habitual. Probablemente sea más fácil encontrar sustitutos y ayudas en las parroquias cercanas a la playa que en las parroquias urbanas. ¿Hay que cerrar la parroquia como otros cierran el negocio? La parroquia no se cierra, como no se cierra el hospital. La diferencia está en que el hospital funciona con mucha gente y los profesionales pueden hacer turnos. Muchas parroquias funcionan con un solo presbítero y algunas comparten el presbítero con otras.

Se me ocurre que en estas parroquias cercanas a la playa, en las que las Misas dominicales suelen estar bastante concurridas, además de hacer homilías breves (por eso de que lo bueno, si breve, dos veces bueno), sería interesante hacer llamadas a los jóvenes para que piensen en su posible vocación religiosa o sacerdotal. Porque eso de la vocación no es una llamada que el cielo te hace a través del teléfono, sino que es un planteamiento que te haces tú. Dios llama a todos a ser sus hijos y cada uno debe concretar esta vocación en una misión y un servicio concreto. ¿Por qué no ser religiosa o religioso? ¿Por qué no pensar en ser el menor, el ministro de la Eucaristía y desde ahí servir a la comunidad cristiana? ¿Por qué no invitar a tus hijos e hijas a hacerse este tipo de planteamientos?


Hablando de playas no conviene olvidar que en el tiempo de verano las aguas de nuestras costas se calman y atemperan. Eso favorece que desde África salgan pateras con hijas e hijos de Dios, que buscan en Europa un paraíso. Y se dirigen a Canarias o a Andalucía. Evidentemente, ni Canarias ni Andalucía son el paraíso. Pero los cristianos que vivimos en esos lugares podemos contribuir a que la llegada de esa pobre gente sea un poco menos infernal. La circunstancia de que las aguas que nos rodean se tranquilicen es una ocasión no solo para tomar baños de mar, sino para sensibilizarnos ante la tragedia de tanta gente que pone su vida en peligro buscando algo para comer. El buen tiempo del que vamos a disfrutar debería hacernos pensar en nuestra contribución para que haya tiempos mejores para tantas mujeres y varones que, haga el tiempo que haga, siempre están mal. El verano del 2014 y el tiempo libre da para mucho. También para pensar en los pobres.

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