viernes, 12 de enero de 2018

PERO REALMENTE, ¿TE IMPORTA DÓNDE VIVO?


 carta

Cuando era pequeño, recuerdo que mis padres, a los amigos, les decían, vivo en la calle tal y en el número x. No era más que una invitación a compartir el mismo espacio, porque probablemente compartían ciertas inquietudes comunes o incluso ciertas gustos también comunes. Pero también, y todo tiene un pero, podría incluso servir para quedar bien a sabiendas que a quien se lo decían no iban a decir que iban de visita con frecuencia.
El otro día, alguien en el pueblo, con una estampa nada recomendable fisicamente e incluso con un olor un poco desagradable, me dice: "Oiga, amigo. ¿A mí?. Si, si, a usted, ¿dónde vive el cura que le voy a decir cuatro cosas?". Uff, complicado me lo puso, porque no fui capaz de decirle donde vivía, entre otras cosas porque podría pensar que qué le importaba donde vivía el cura de mi pueblo, aunque después también pensaba que, si no se lo decía, quedaba un poco fuera de contexto y el cura no cumplía con la misión que le habían encomendado de "atender a todo el mundo".
Pero este fin de semana le preguntan al Maestro que donde vive y él se lo dice: ¡ qué mal quedaste Paco, con aquel que te ha preguntado!.
Maestro, ¿dónde vives? Esta pregunta, que no surge de la nada o de una curiosidad infantil, sino del movimiento interior de búsqueda de lo profundo suscitado por la afirmación que el Bautista hace de aquél hombre sencillo, pobre y humilde: “Este es el Cordero de Dios”, no se responde con la indicación de un lugar geográfico o de una dirección en la ciudad. La respuesta que buscan los discípulos tiene que ver con su misión, sus apuestas, su experiencia de relación con el Padre, su estilo de vida, etc. Como he señalado arriba, me atrevo a desarrollar el “Venid y lo veréis” de la respuesta de Jesús.
Jesús vive en todas las personas que están tiradas a la vera del camino como resultado de la mala gestión de algunas de las estructuras de la convivencia humana y del fracaso del contrato social que insisten en firmar personas e instituciones que ponen por encima de la dignidad de la persona los resultados de la economía, el poder que les genera un ejercicio de la política que se olvidó del bien común y los alcances tecnológicos y científicos, entre otros. Jesús vive y habita en todas las personas que reclaman, anhelan y trabajan por la reconstrucción de su proyecto de vida con dignidad.
Jesús vive en todas las personas que se esfuerzan y se dejan la piel por hacer que la vida de los demás, especialmente la de los últimos, sea una experiencia gozosa por el reconocimiento de la dignidad negada y por la creación de las condiciones de posibilidad para que las personas puedan disfrutar de todo aquello que hace que la vida se pueda llamar, en sentido estricto, humana. Jesús acompaña y fortalece a todos los que son capaces de salir de su propio amor, querer e interés para ir en búsqueda de los rostros y las historias de los nuevos crucificados. Vive entre los maestros que, yendo más allá de la transmisión de conocimientos, se esfuerzan por formar personas compasivas, competentes, comprometidas, conscientes y coherentes. Vive en los trabajadores sociales que, día a día, acompañan los procesos de reconstrucción del proyecto vital de los empobrecidos. Vive en miles de profesionales de la medicina, del derecho y de la ciencia que ejercen su oficio con criterios de solidaridad y justicia, tendiendo puentes con aquellos que, en el otro lado del puente, están marginados. Vive en los artistas, en los soñadores y
en los que modelan utopías para que no dejen de recordarnos que nuestra vida trasciende y nuestros nombres están tatuados en el corazón de Dios.
Jesús vive en las comunidades de puertas abiertas porque entienden que el proyecto de Jesús no se puede vivir en la soledad sino en la experiencia de la comunión. Comunidades que entienden que su vivencia de la fe no se puede separar de su compromiso con la justicia. Comunidades que entienden que la liturgia, más allá de un conjunto de ritos, es un encuentro para celebrar la vida y el paso de Dios. Comunidades que entienden que la Palabra del Señor es la fuente que llena de sentido su ser y su quehacer.
Jesús vive en la creación, en la casa común de todas y todos, con la que manifiesta de diversas maneras su amor, su ternura y su preocupación por nuestra vida. Una creación que no le pertenece a unos cuantos sino que tiene un destino y una vocación de universalidad.
Para otra vez entenderé que Jesús también vivía dentro del que me ha preguntado.
Hasta la próxima
Paco Mira

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