viernes, 26 de enero de 2018

EL RESPETO ES UNA FORMA DE AUTORIDAD

EL RESPETO ES UNA FORMA DE AUTORIDAD
 carta
En los pueblos había un "tridente" que era temido por los más ancianos del lugar. La autoridad la tenían el médico, el cura y el maestro: la medicina, la moral y la enseñanza. Si nos paramos a pensar casi son los pilares sobre los que se sustenta la existencia de la vida humana. Pero claro el que estos tres estamentos fuesen considerados como la máxima autoridad en cualquiera de los pueblos de nuestra geografía se llegó a convertir no en una autoridad, sino en un autoritarismo que a veces se extralimitaba en sus funciones.
Con el paso del tiempo, esa autoridad se fue perdiendo para pena de muchos, puesto que las formas y las maneras no eran las adecuadas para enseñar a nuestros infantes. Se pasó al coleguismo, a la amistad mal entendida y que algunos probablemente achaquen hasta falta de respeto que también se da en la medicina, en la Iglesia y en los colegios e institutos... y justamente aquello que hemos perdido, probablemente ahora lo queramos restituir como mejor forma de enseñanza para las generaciones que nos siguen, cambiando quizás la metodología e incluso la pedagogía a utilizar.
Este fin de semana, el evangelio nos habla de que Jesús nos habla con autoridad, una autoridad que por su apariencia no le da cierta credibilidad: "¿no es este el hijo del carpintero?". Los más cercanos no tienen claro que él pueda hablar de la manera que lo hace. Pero a pesar de esta oposición y rechazo, Jesús no renuncia a ejercer su autoridad porque tiene claro que su misión es anunciar el evangelio y el mensaje de salvación que contiene.
Es curioso que este fin de semana se celebra la jornada de la infancia misionera. Siempre he dicho y lo mantengo que cuando celebramos una jornada es porque hay algo que no funciona. Todos seguimos bautizando a los más pequeños. Todos queremos que los más pequeños, una vez que han crecido un poco, hagan la pequeña comunión. Ahí paramos el proceso (confirmación ya nada, probablemente no tenemos conciencia de hacer cosas mal y no necesitamos el perdón de un Padre porque somos autosuficientes) y esperamos a que los más pequeños tomen decisiones por su cuenta.
Sin embargo no enseñamos a nuestros hijos a ser anunciadores de un gran tesoro que escondido en nuestra fragilidad (vasijas de barro), tiene que dar mucho que decir y hablar. No enseñamos a nuestros hijos a ser misioneros y probablemente nosotros que decimos que creemos en Jesús de Nazaret estamos convencidos que el mensaje de salvación hay que anunciarlo.
Me da la impresión que estamos viviendo una época en que lo religioso no tiene cabida en una sociedad super sofisticada tecnológicamente pero poco dada a la reflexión y al diálogo. Nuestros hijos no sabrán infinidad de cosas básicas de convivencia, pero sí de juegos - llámese play 4 - de móviles, de ordenadores.... pero quizás lo que se llama respeto, ayuda, silencio, escucha... ni en casa, ni en la escuela, ni en la Iglesia....¿Dónde está nuestra misión?.
Creo que aquí esta la clave de nuestra autoridad. La misma que la proclamación de la buena noticia le dio a Jesús y la misma que nos da a nosotros en el 2018 la creencia en la misma noticia. Debemos mantener nuestro respeto; debemos mantener nuestra escucha a los signos de los tiempos que nos marcan los lugares, tiempos y formas de evangelizar.
Nuestros hijos pueden y deben ser misioneros si nosotros estamos convencidos que ser misionero merece la pena. Nuestro cristianismo no debe claudicar ante los avatares de la sociedad en la que vivimos; nuestro cristianismo no debe agachar la cabeza ante una sociedad que dice que no tiene cabida para un tal Jesús de Nazaret aunque muchos sigan cumpliendo con cierta fidelidad con compromisos religiosos que han convertido en sociales más que de testimonio.
¡ Qué grande es la autoridad, cuando respeta y se deja respetar!. Es la autoridad que Pilato tuvo que reconocer que venía de lo alto. Debemos, como cristianos, de ganarnos el respeto de la sociedad en la que vivimos para que no sea rechazado y sobre todo porque nuestro testimonio convence a los que nos ven, nos oyen y probablemente nos quieran imitar.
Podríamos intentarlo

Hasta la próxima
Paco Mira

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