lunes, 21 de octubre de 2013

TESTIMONIO DEL DÍA DEL DOMUD















                    Seis años de presencia en África
Los batuques de los curanderos retumban en la noche de esta sabana de Sábiè. Los cielos son espectaculares: el sol en su carrera todo lo ilumina y lo calienta, y con el andar de las horas nos regala un rojo atardecer. Luego, la Luna y las estrellas con toda la Vía Láctea iluminando la oscuridad de la noche. Voy descubriendo un Mozambique hermoso, lleno de vida, de día y de noche.
Unas niñas tocan mi puerta, sucias de andar jugando en la tierra y de cuidar las vacas, quieren un caramelo. Tienen miradas tiernas y curiosas. Sufren mucho las consecuencias de la pobreza absoluta. Sufren pero no saben de dónde les viene el dolor. No saben por qué no tienen zapatos, porque su mamá no tiene dinero para una libreta, ni porqué las serpientes entran en sus casas de cañas. Voy descubriendo un Mozambique lleno de dolor y de injusticias, de día y de noche.
Las vacas jalan una carreta mientras una mujer y sus hijos van a buscar agua al río. Hace meses que no llueve, y el río Sábiè viene con agua sucia desde hace más de año y medio. No hay fuentes, no hay canalización de agua, por lo tanto todos beben agua del río. Luego vienen las diarreas, y lo único que tenemos son sueros para parar la deshidratación. Voy descubriendo un Mozambique seco, lleno de agua que se va al mar, de día y de noche.
Cantando y bailando comenzamos la misa del domingo. La alegría desborda cada corazón. No cabe ni un alfiler en nuestra capilla de cañas y chapas. Todos quieren celebrar, cantar, reír, escuchar, y rezar al Dios de la Vida. Puedo contar 50 niñas y niños sentaditos en las esteras sin resollar. Les sonrío y me miran preguntándose por mi alegría. No saben que los amo con locura, que daría la vida por cada uno de ellos. No saben por qué fui llamado a dar mis mejores años en este rinconcito del mundo. Voy descubriendo un Mozambique niño, lleno de esperanzas y de sueños, de día y de noche.
Paco, Aurora, Pepita, Pilar, Cariely y quien escribe, formamos el equipo misionero. Nos vemos con mucha frecuencia. Programamos y trabajamos juntos. También celebramos los cumpleaños, comemos juntos los domingos, celebramos la eucaristía y rezamos. Compartimos el pan y la vida, el agua –porque ellas tienen pozo- y los dolores. Fracasamos a veces y otras veces damos en el clavo. Estamos dedicados y dedicadas a este pueblo, a su evangelización, a su alfabetización, a su salud. Voy descubriendo un Mozambique misionero, donde cada cual aporta sus dones para trabajar en equipo, como comunidad, como Iglesia… de día y de noche.
Alia Rachel tiene tres hijas. Una de ellas, con sólo tres añitos fue violada la semana pasada por un vecino. Sangró, le tuvieron que poner puntos, dejó de hablar y no podía andar. Ya está mejor. Al agresor lo detuvieron y esposado se “escapó” de la prisión por el techo. Todos los amigos y vecinos estamos unidos por el dolor. Voy descubriendo un Mozambique familia, lleno de sangre y sudor, de día y de noche.
Doy gracias a Dios por el envío misionero que me trajo a la orilla de este río, de este caudal de alegría y vida. Doy gracias a Dios con ustedes y por ustedes, mi Iglesia Diocesana de Canarias, que me parieron, me ayudaron a crecer y madurar, y me lanzaron a otras tierras con la cruz como bastón y el evangelio como regalo para África. Voy descubriendo que Mozambique está llamándonos, que la voz de los pobres es voz de Dios y nos pide radicalidad y entrega, de día y de noche.
NOTA: No sé si llega a tiempo el artículo, pero quería compartir mi experiencia de estos años en África. Abrazos para todos/as los/as que hacen posible que yo esté aquí viviendo esta hermosa misión entre los/as más pobres de la Tierra.
Tampoco tengo ni idea del Lema del Domund de este año. Así que me disculpan si el asunto debía ser otro. Gracias.   Manolín

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